Alfonso Merlos

Contra la manipulación

La cuestión catalana en sus justos términos. En los más acuciantes, apremiantes y rabiosamente actuales, que el próximo domingo entrarán en una nueva fase. Pero también en los de serio fondo y extenso aliento, que se han gestado en las últimas décadas en un marco de indolente pasividad de buena parte del Estado de derecho. Porque a todo hay que estar para entender la dimensión redonda del fallido proceso de independencia de Cataluña.

Da en la diana el director de LA RAZÓN cuando combina en su diagnóstico sobre este histórico órdago la profunda vocación de manipulación del separatismo ahora, ayer y siempre. Manipulación sobre la respuesta serena y contundente de Rajoy ante la ilegalidad que está frente a nuestras narices. Pero sin olvidar la perpetrada en las aulas públicas utilizando a menores de edad como cobayas. Y a la que añadir la promovida por los capitostes del independentismo que, bajo la capa de una presunta formulación intelectual, han denunciado falazmente las agresiones imaginarias de España contra una de sus regiones más ricas y hermosas.

Es esencial que en un momento decisivo en el que pretenden agitarse las aguas de la convivencia para generar innecesaria conmoción, los periodistas como cuarto poder siempre vigilante ante los atropellos incívicos y los historiadores como estudiosos de los hechos probados –que no de los mitos– se levanten en defensa de la verdad.

No es una tarea fácil. Incluso puede ser hasta ingrata porque la libertad y la independencia tienen un precio. Pero resulta alentador comprobar cómo desde tantos rincones del suelo patrio –en este caso Murcia– se defiende, en un marco de consenso razonado y altura ética, que lo mejor es que todos sigamos juntos. Y que construyamos una mejor nación.