Sabino Méndez
Contra nosotros mismos
Es un tema que quizá sorprenda en el resto de la Península pero ya es conocido hace tiempo en Cataluña: la curiosa asimetría onomástica de las listas electorales de los separatistas. En sus listas casi no aparecen los García, Pérez y López, que son los apellidos mayoritarios en Cataluña. Una desproporción que hasta la fecha se había mantenido en los límites de la eterna controversia local, pero que ahora puede interesar al resto de España.
Hace años Françesc de Carreras, catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad Autónoma de Barcelona y miembro del Consejo Consultivo de la Generalidad, escribió un artículo donde señalaba ese hecho objetivo y se preguntaba honradamente por sus motivos. Inmediatamente, se le tiraron al cuello todos los columnistas del catalanismo acusándole de demagógico y cosas peores. Esa reacción desmesurada sólo ponía en evidencia que había puesto el dedo en la llaga de algo sociológicamente feo, muy feo; una de esas cosas que avergüenza al propio catalanismo y que se quiere ocultar. Durante la época de Pujol, la manera de ocultar las cosas vergonzantes del nacionalismo era intentar desacreditar al que se atreviera a hablar de ellas. Falla porque, como la realidad sigue ahí, tarde o temprano llega otro que atestigua el mismo hecho. Ya en 1999, la demógrafa Anna Cabré, poco sospechosa de anticatalanismo, publicó sus estudios según los cuales, sin la inmigración del pasado siglo, Cataluña solo tendría dos millones y medio de habitantes. Complétenlo hasta los siete millones y medio actuales y saquen sus conclusiones. Los nueve apellidos más comunes en Cataluña eran: García, Martínez, López, Sánchez, Fernández, Rodríguez, Pérez, González y Ruiz. El primer apellido autóctono de la zona aparecía en el número 24 y era Vila.
Los catalanistas gustan de querer hacer creer que la máxima representación de lo español (su némesis) se encuentra en Madrid; su acento, su equipo de futbol. Pero lo cierto es que, según las estadísticas demográficas, la inmigración madrileña procede fundamentalmente de Castilla (más del 51 por 100). En Cataluña, el 70 por 100 de la población procede de la inmigración y está formado por levantinos, andaluces, gallegos, aragoneses, castellanos, portugueses, asturianos, extremeños y contingentes extrapeninsulares. O sea, la máxima expresión de la mezcla española. Un hecho objetivo que nos pone en la pista de algo que siempre hemos sospechado: que todo esto de la independencia no es un asunto de Cataluña contra España, sino de los catalanes contra nosotros mismos.
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