Ángela Vallvey

Crédito para «el pringao»

El dinero está barato. El BCE da más manguerazos que en el jardín de la Teletienda. Quizás el probo funcionario obtenga préstamos bancarios para pagar el pisito de su hija, joven trescientoseurista empeñada en casarse. Pero al autónomo –«pringao» por excelencia, carne de cañón tributaria españolita–, no le dan crédito ni en los ultramarinos de su tía Luisa.

El autónomo se dirige al banco/caja a pedir cien mil euros para pagar su local, una hipoteca sobre una vivienda o el boquete que le ha dejado Hacienda después de una escalofriante inspección, y lo reciben en la entidad bancaria con una chirigota. Lo saludan con un corte de mangas en la puerta. De hecho, el corte de mangas debería instituirse como saludo oficial para los autónomos de España.

Le solicitan «toda» su documentación personal, lo que incluye cédula de bautismo de la bisabuela, talla de sujetador de su examante, certificado de penales del hijo pequeño (que hizo la comunión el pasado abril), y una encuesta entre sus vecinos del barrio evaluando del 1 al 10 sus cualidades bailando zumba. El autónomo-pringao, que no se gana mal la vida a pesar de la mala vida de hoy, cumple con los requisitos solicitados. Cuando logra todos los documentos exigidos, al año de haber solicitado el crédito, le responden que, al ser autónomo, «tiene mucho riesgo», que ponga de avalista a su madre, jubilada con una pensión no contributiva de 250 euros. Y se lo dicen los mismos que, hace 7 años, le rogaban arrodillados que se endeudara. Los mismos a los que los españoles les hemos regalado, dolorosamente, 108.000 millones de euros para «sanear el sistema»...

Señor Draghi: más le valdría «comprar la deuda» de los contribuyentes uno por uno en vez de seguir cebando a unas insaciables entidades bancarias que piden pero nunca prestan.