César Vidal
Cuando Disney era Disney
En San Antón teníamos un profesor de dibujo que se llamaba Rafael Calvín. El buen hombre sentía una especial pasión por pontificar sobre todo lo divino y lo humano y, en ocasiones, incluso acertaba. Recuerdo, por ejemplo, un día en que señaló que no había nada malo en ninguna película de Disney. Durante un tiempo, intenté encontrar algún caso para refutar aquella afirmación –debía yo andar por los once o doce años– pero no aparecieron. Es cierto que como todavía no había leído a Marx ni a ninguno de sus exégetas hispanoamericanos no se me había ocurrido la papanatesca idea de que tras Mickey, Donald y Goofy se ocultaba el imperialismo yanqui. Durante décadas, Disney no dejó de proporcionarme momentos inolvidables. Lloré con la muerte de Blancanieves, me emocioné con Peter Pan y hasta disfruté los documentales de Disneyland. Incluso siendo ya bastante mayor me quedé fascinado al ver los primeros minutos de «La bella y la bestia» y tener la consciencia –me ha pasado con pocas películas más como Cinema Paradiso– de que me encontraba ante una obra maestra. Supongo que mi experiencia no ha sido, ni de lejos, única. Disney era fantasía, sueños, belleza, componentes todos ellos no sólo indispensables en la vida de un niño sino también la existencia menos fácil de los adultos. Llegado el momento, Disney llegó a cambiar el final de «Pretty Woman» para que la ramera no muriera de sobredosis sino que se casara con el millonario. Pero todo pasa que decía el filósofo pre-socrático y hete aquí que Disney ha decidido incluir a un gay en la nueva versión de «La bella y la bestia». Ya hace unos años, en Disneyworld, pretendieron que Donald fuera tomado de la mano no de Daisy sino de otro Donald y que lo mismo sucediera con Mickey y Minnie. La maniobra fracasó porque los bautistas del sur –una de las denominaciones más numerosas en Estados Unidos– anunció que no pisaría Disneyworld. Cuando al boicot se sumaron otras confesiones y entidades, Disney tuvo que dar marcha atrás. Ahora no ha corrido riesgos. Directamente, ha colado al personaje en la cinta y a ver si los padres tienen valor de decir a los niños que no los llevan a ver lo que otras criaturas ven. Ciertamente, Disney ya no es lo que era. Yo, desde luego, me quedó con el de antes.
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