RFEF

Cuando la caja fuerte es un cesto de agua

La Razón
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Pillan en renuncio al presidente, sale por pies o le empitona el juez, pero el expolio prevalece. Y sus consecuencias. Lo que parecía Idiazabal es Gruyere. En la Federación de Baloncesto, el relevo de Pepe Sáez encontró más agujeros de los previsibles. No es un hecho aislado.

Jorge Garbajosa descubre perplejo que la caja fuerte es un cesto de agua. Echa cuentas. Le falta dinero y le sobra personal porque a alguien los dedos se le hicieron huéspedes. Los despidos duelen más que las traiciones; la reducción de plantilla, una obligación; el mantenimiento de dos sedes, un lujo, y la inminente celebración del Mundial de Baloncesto en 2018, otro quebradero de cabeza porque a los patrocinadores que huyeron despavoridos y a los que obligatoriamente hay que captar es preciso demostrarles que la Federación actual se rige por la seriedad, la austeridad y el gasto contenido.

Ni fue sin querer ni caprichoso el azar cuando el mismo día 8 de abril de 2016 el TAD (Tribunal Administrativo del Deporte) abrió sendos expedientes disciplinarios a José Luis Sáez y a Ángel María Villar. Los presidentes del baloncesto y del fútbol, en la plaza pública. Al primero le detectaron gastos personales a cargo de la Federación y al segundo, tratos de favor con el Recreativo y el Marino. Sáez cayó enfermo, a continuación presentó la dimisión y las elecciones las ganó Garbajosa. Villar recurrió, luchó, echó la culpa al empedrado, conservó la salud de un roble, se puso el mundo por montera, desafió a todos los poderes establecidos, contra viento y marea convocó muy tarde las elecciones, que ganó. Quince meses después de aquello, el escándalo que parecía un leve movimiento telúrico es un terremoto que supera la escala de Richter.

Villar pena en la cárcel «sine die». Un auto de 44 folios es el indicio de un sumario con alguna prueba menos que en la Púnica y casi más nombres que en la Asamblea de la Federación. El Baloncesto hace la transición en silencio, poco a poco, alejado de los focos en la medida de lo posible. Las urnas le devolvieron la paz necesaria para salir del atolladero.

La del fútbol es otra guerra, con final cruento, seguro. Los amigos de Villar están perplejos, no conciben que haya metido la mano en la caja, que se haya llevado un céntimo o aprovechado el cargo para lucrarse. Clemente pone la mano en el fuego; Pedro Cortés se lanza a la pira de cabeza... Los clientes callan porque, como en la «trama del 3%», tan culpable es el que da como el que recibe.

Lo probable es que Villar deje de ser presidente de la RFEF el martes porque el CSD le va a inhabilitar. A continuación, la FIFA y la UEFA comunicarán que cesará en ambas vicepresidencias. Ahí correrá el escalafón, sin sangre; en España el verano va a transcurrir calentito y, con un poco de suerte, en septiembre, la junta gestora pasará el testigo al nuevo presidente.

Los nombres de los candidatos caminarán en paralelo con los avatares de la «operación Soule», que arrastrará a alguno que aún no ha dejado de soñar con la púrpura. No están a salvo algunos presidentes de Federaciones Territoriales, el nido del poder, esencia del clientelismo. Deberían dimitir antes de ser imputados y dejar el camino expedito a la regeneración. Pero si no dimite Villar, que está en la trena... A los ya rumoreados candidatos –Maté, Galán, Pérez y Rubiales– se une Quico Catalán, presidente del Levante. Dicen que es un hombre de consenso, con los enemigos correspondientes.