Alfonso Merlos

Desarmar y prevenir

La prisión preventiva es una medida radical, extrema. Indiscutiblemente. Pero el proceder de la Justicia en las primeras jornadas como detenidos de los capos de la «Púnica» está siendo ponderado y acertado. Sólo se puede poner entre rejas previo juicio a un presunto delincuente cuando las pruebas contra su persona son abrumadoras, cuando hay riesgo de que altere o manipule o destruya algunas gozando de libertad, y por supuesto, cuando late la amenaza de la fuga.

Así que Eloy Velasco está en lo que hay que estar. Primero, en desarmar a los malhechores principales de esta conspiración aplicando una política de dispersión irrebatiblemente eficaz. En segunda instancia, anticipándose y desbaratando cualquier comunicación entre estos pájaros –por mínima que pudiese ser– que contribuyera a allanar su camino ante los tribunales.

Así de simple y contundente. Están en marcha una serie de medidas cautelares contra estos chorizos que se aplican porque cualesquiera otras no garantizarían la seguridad del proceso penal. Por lo tanto, no valen las excusas de malos perdedores que puedan exhibir algunos abogados como la recurrente de plantear que la disgregación de reos equivale a darle el trato que se dispensa a los etarras.

Ojalá esta vasta y tupida red que ha saqueado los bolsillos del contribuyente y le ha estafado –a tenor de lo conocido– sea el principio y el fin en sí misma. Ojalá no estemos ante la punta del iceberg de otra serie de operaciones ilegales en las que políticos hijos de su madre y empresarios con vocación de mafiosos nos hayan sisado lo que no está en los libros. Es tan descarnado en su extensión y profundidad el fraude que hay que confiar en la Audiencia Nacional. Hasta el final. Más que nunca. Nos jugamos demasiado.