Paloma Pedrero

Desconfiados

La creencia de que las otras personas actúan sólo por intereses egoístas hace a quienes viven con esa desconfianza cínica más propensos a la demencia senil, dice un estudio publicado por la revista Neurology. Curioso estudio, aunque no sorprendente en el resultado. Una persona que piensa que el resto del mundo es canalla y malintencionado, es una persona sin apenas posibilidades de vivir tranquila. Tendrá pocos amigos y mucho miedo. Y el miedo intenso y dilatado acaba siempre en demencia. Suele ocurrir también que estos seres negativos son bastante irresponsables. La culpa de que algo salga mal siempre la tiene el otro. El otro no pensó en mí, no me escuchó, no supo comprenderme; por lo que el otro es un interesado que va a lo suyo. Adiós al otro. Yo, pobre de mí, soy víctima del mal. Oh, ¿qué hecho para merecer esto? ¿Por qué todos me fallan? Así que con tanto adiós y tanto ensimismamiento cerril acaban quedándose más solos que la una. Cuando uno abandona el victimismo y se plantea su responsabilidad en lo hechos, todo empieza a cambiar. Cuando uno reconoce que si se le repite un mal es que algo en él provoca ese mal, todo comienza a transformarse. Por fin toma las riendas de su vida. No es cómodo llevar el carro, tirar de los caballos, elegir camino, de acuerdo. Pero es infinitamente creativo y fructífero. Un desconfiado es siempre un perezoso. Un negativo es, a menudo, un ser herido que se aferra a la venda. Un adulto cínico es alguien que fue cínico de joven y que no se arriesgó a dar una oportunidad a los desconocidos. Y en los viejos se nota más. La locura.