Joaquín Marco

Desigualdades sociales

En el encuentro de Rajoy con Obama se trató especialmente de cuestiones económicas. Nuestro presidente iba con los deberes hechos. Poco antes Luis de Guindos había anunciado que el último trimestre del pasado año la economía española registró un crecimiento del 0,3%. El conjunto del anterior ejercicio alcanzó, pues, una caída del 1,2%, pero la mejoría trimestre a trimestre es notable: -0,4%, -0,1% y +0,1. Lo que cuenta, por tanto, es la tendencia creciente del índice. Todo fueron buenas noticias, porque la prima de riesgo parece más o menos estable y por debajo de la italiana, al filo de los 200 puntos. Cabe decir, pese a ello, que todos los países en dificultades han reducido su prima de riesgo por la firme actitud del BCE. «Desde el inicio de la crisis, señaló, nunca la economía española había comenzado ningún ejercicio con una corrección tan clara de los desequilibrios macroeconómicos acumulados». El endeudamiento de las familias era del 280% del PIB. Ha disminuido «en más de 200.000 millones, con lo que converge hacia el 200% del PIB», mientras en la zona euro es de 170. Si añadimos la corrección del déficit público, el panorama de la macroeconomía es esperanzador, aunque conviene no lanzar las campanas al vuelo. No sea caso de que retornemos, algo improbable, a la recesión. Los grandes números han funcionado. Pero lo han hecho gracias a enormes sacrificios de los ciudadanos, que han visto cómo se recortaba el Estado del Bienestar, una de las características que diferencian a la Unión Europea –y Europa en general– del resto del mundo.

Si comparamos la situación europea con otras zonas del planeta, pese a los recortes, podemos estar satisfechos. Pero Obama le recordó a Rajoy la cifra de paro que hemos de soportar. La reducción salarial, excelente para los empresarios, impide, junto al paro, que se incremente el consumo interior. Ello se traduce, en consecuencia, en una parálisis del consumo. Nos estamos convirtiendo en un país de mano de obra barata, la legión de los afortunados que tienen un empleo más o menos estable. Sin el incremento del dinero circulante o los créditos bancarios a particulares no hay venta de viviendas, aunque la disminución de sus precios haya tocado suelo. La macroeconomía puede sostenerse, pero la desigualdad social se incrementa. Sarkozy, en un rasgo de lucidez, todavía en el gobierno, planteó la necesidad de reformar el capitalismo rampante. Pero nada se hizo ni con el primer susto, ni con los siguientes. La presente crisis, de la que todavía no hemos salido, ha permitido que las grandes fortunas mundiales se consoliden e, incluso, se incrementen con cantidades astronómicas. Bill Gates es por el momento el hombre más rico del mundo con 57.460 millones de euros y con un incremento el pasado año de 11.570; el mexicano Carlos Slim perdió, en cambio, 1.020 millones, pero posee todavía 54.020 y la tercera fortuna del mundo le corresponde a un compatriota, Amancio Ortega, con una evaluación de 48.600, habiendo obtenido un beneficio de 6.510 en el pasado ejercicio. Su hija Sandra Ortega, además, se sitúa en el número 180 del ranking. Son los dos únicos españoles evaluados. No muy alejado está Warren Buffet, con 44.510 y unos beneficios de 9.440. Les siguen Ingvar Kamprat, Charles Koch, David Koch, Larry Ellison, Christy Walton y Jim Walton, quienes completan la lista de las diez mayores fortunas mundiales. La mayor parte de los beneficios proceden de inversiones en bolsa de sus propias compañías o de las ajenas. En este último año Carlos Slim ha sido sustituido en el primer puesto por Bill Gates.

La mayor parte de esas astronómicas cantidades proceden de países occidentales, pero ya en Asia, Li Ka-Shing posee 21.111 millones, sin olvidar otras fortunas derivadas de la explotación petrolífera en Oriente Medio y en otras zonas del planeta. La descompensación económica que sufrimos es también global. Y nuestra esperada salida de la crisis, con la consecuente reducción del paro habrá sido el fruto de nuestros ingresos en turismo y una balanza positiva en cuanto a las exportaciones. Guindos confía en un crecimiento de alrededor del 6%, pero depende de la evolución del mercado exterior. Tal vez la política económica alemana suavice también algunas imposiciones del anterior mandato. Pero todo hace esperar que seguiremos con algunos recortes más en este año, que se confía de suave crecimiento. Tal vez arrastre una cierta modificación del paro. Pero el sistema de empleo a largo término y bienestar general tardarán en volver, si es que vuelven. Queda todavía una deuda pública por restañar y el paso de la macroeconomía a la cotidianeidad tardará en aparecer. El papel de Obama en nuestras perspectivas económicas es importante, por la proximidad del FMI, pero no decisivo. El espaldarazo de Washington ha de servir para confirmar la esperanza de los mercados internacionales hacia un país que tiene todas las posibilidades –ganas no faltan- de seriedad y solidez. Lo que conviene ahora es que ciertas políticas no desborden el sereno cauce del crecimiento. En todo caso, las desigualdades económicas son evidentes, dada la acumulación de riqueza. Aumentaron también las fortunas españolas mientras se empobrecía la clase media y malvivía un importante sector de la población. Pero ¿cómo controlar un sistema de acumulación de riqueza incontrolable?