Fernando Vilches

Digamos

Esta mañana me he levantado muy temprano, ¿me entiendes?; luego, me he marchado al trabajo, ¿no? Y he llegado tarde en mi coche por culpa de la «climatología» y, al bajarme del mismo, me ha mirado lajefa y he atisbado en la misma una mirada hostil. Y, después, he ido a la cafetería, porque yo solo tomo café solo y solo me encierro en mis pensamientos, ¿vale? Y, digamos, me he puesto a corregir unos informes que tenía pendientes. Y todo ello me ha enervado (acepción primera del diccionario), dado que he discutido con la misma (la jefa) y ha enervado mi razonamiento (acepción segunda) por lo que, cuando llegue a casa, estoy seguro de que estaré enervado (acepción tercera). Y pensarán ustedes que he sufrido una ingestión de exámenes (acabo de terminar la revisión «de los mismos» del primer cuatrimestre) puesto que nadie escribe así ni harto de sustancias alucinógenas. Pero se habla así, como en las primeras líneas de esta columna, con muletillas absurdas (ahora, escuchen la radio, la estrella es «digamos»), se usa pomposamente la palabra «climatología» (tratado del clima o conjunto de las condiciones propias de un determinado clima, para los meteorólogos alrededor de 30 años), el uso incorrecto de «mismo» como pronombre ya se ha convertido en pandemia y la reforma de la ortografía de la RAE de 2010 ha sido el fracaso más estrepitoso, pues «solo» ya no se acentúa nunca, al igual que los pronombres demostrativos. Y, para rematar esta situación caótica, el diccionario de la Real Academia se hace eco –a veces– de la ignorancia patria, y nos ha vuelto locos con las acepciones de «enervar». Y, luego, nos quejamos del informe PISA o de que se quiera poner más horas de Lengua en la Educación. ¿Saben cuánta Lengua estudia un alumno de Ciencias de la Comunicación en sus diferentes grados? Una asignatura cuatrimestral en primero. Es, digamos, una situación más que preocupante.