Ramón Tamames
Don Mariano y los eurobonos
El pasado jueves 12, el presidente del Gobierno, estando en Bruselas para la reunión del Consejo Europeo, que entre otras cosas iba a lidiar con el tema de Grecia, hizo unas declaraciones a la Prensa, de no poco interés: una vez aprobada la Unión Bancaria, y tras haber dado ya pasos para una mayor integración presupuestaria de los estados miembros, «es importante lograr, a medio plazo, un presupuesto de verdad europeo y un instrumento de emisión de deuda común». Al propio tiempo, Rajoy defendió la idea de seguir con las reformas estructurales que favorezcan el crecimiento económico y el empleo; «y por tanto, el bienestar y la riqueza de los ciudadanos».
Sobre los anteriores comentarios cabe corroborar que, efectivamente, la Unión Bancaria está ya en pleno funcionamiento, con un supervisor global, para los 130 bancos más importantes y con sistemas adecuados para prevenir y solucionar las crisis financieras que pudieran presentarse en el futuro. Y todo ello en un marco de regulación más estricto, con las normas de Basilea III; del Banco de Pagos Internacionales, con sede en Basilea, al que acertadamente se denomina el «central de los bancos centrales», y cuya funcionalidad se extiende a prácticamente todo el mundo.
A efectos de las propuestas de don Mariano, hay que hacer algunas distinciones, empezando por anotar que una cosa es la Unión Bancaria Europea, y otra distinta, y que está por llegar, es la existencia de una Tesorería Europea con capacidades de endeudamiento mutualizado de toda la Eurozona. Y para entendernos, se trata de apreciar el modelo norteamericano de cara a unos posibles futuros «Estados Unidos de Europea». Porque en Washington DC existe desde 1911 el Sistema de la Reserva Federal, a modo de banco central; y ya desde tiempos de Alexander Hamilton, en 1790, funciona la Tesorería Federal, con capacidad de endeudamiento representando a toda la Unión: por la sencilla razón de que EE UU es una entidad política de soberanía conjunta, con su gobierno federal. En cambio, la Unión Europea no son todavía unos EE UU, y carece de un gobierno auténticamente federal. Porque siendo cierto que ya existen sectores federalizados –como la agricultura, el arancel común y las negociaciones comerciales, el euro para 19 países de los 28 de la UE—, la verdad es que la vieja CE es todavía una mera unión de estados; cada uno de los cuales conserva importantes áreas de soberanía propia, entre ellas, precisamente, la emisión de deuda pública.
Esa es la cuestión clave: para tener una Tesorería propia de toda la Eurozona –es impensable que los países de la UE que están fuera del euro puedan asociarse a una idea así— será necesario dar un paso más en el proceso integratorio. E igual que se ha conseguido una moneda común que hoy circula en 19 de los 28 estados de la Unión (fuera quedan Reino Unido, Dinamarca, Suecia, Polonia, Chequia, Croacia, Hungría Bulgaria y Rumanía), tendría que darse una auténtica zancada, que permita la cooperación reforzada, para establecer una Tesorería común de la Eurozona, capaz de emitir ya bonos del conjunto de sus países en un sistema de mutualización. En la historia de la integración de monedas, se aprecia que ha sido posible crear uniones monetarias sin necesidad de una tesorería común. Ese fue el caso de la Unión Monetaria Alemana, con gran número de Estados pertenecientes a ella, hasta que en 1871 se formó, en el naciente Imperio Alemán de Bismarck, el Reichbank; en paralelo a un Ministerio de finanzas panalemán con capacidades de emitir deuda propia de toda la nueva Germania. En cambio, en la Unión Monetaria Latina (UML), se reunió un número importante de países de Europa (incluida España, aunque no fuera oficialmente como Estado miembro) para acuñar moneda con reglas comunes; y sin embargo no llegó a crearse la Tesorería única, pues en 1870, la caída de Napoleón III impidió mayores progresos de la UML. Hoy las cosas en la Eurozona se muestran propicias para pronto de una tesorería común: desde 1998, el euro es la moneda única de los aludidos 19 países de la UE. Y la unión bancaria funciona ya desde hace meses, en tanto que los sistemas bursátiles cuentan ya con reglas comunes de funcionamiento. Pero de ahí a pasar a una Tesorería común, queda un buen trecho. Como se puso de manifiesto en los últimos años, ante la iniciativa de varios países de la Eurozona de ir a los eurobonos. Que sólo podrían emitirse por la referida Tesorería común, respaldados con la garantía de todos los estados miembros.
¿Y por qué no ha sido posible llegar a los célebres eurobonos? Porque las reglas de los tratados comunitarios impiden a la Unión emitir deuda para cubrir necesidades del presupuesto común; que se rige por una serie de condicionamientos en cuanto a ingresos, que excluyen por entero la financiación extraordinaria de la deuda. Por tanto, si queremos disponer de eurobonos, o como quieran llamarse en el futuro, tendrá que haber una Tesorería propia de la Eurozona. Lo cual sería técnicamente factible con los sistemas de cooperación reforzada que permitieron el nacimiento del euro.
No obstante, los eurobonos tendrán que esperar, y por cuánto tiempo es algo que puede preguntarse a la sra. Merkel y al dr. Schäuble, ministro de Finanzas de la República Federal. Porque en Alemania, sus gobiernos sucesivos se han opuesto a la idea de mutualizar deuda por los estados de la Eurozona. Teóricamente, porque éstos no se encuentran aún en el mismo nivel de solvencia ni de credibilidad, lo cual es evidente a todas luces, si comparamos la situación de Grecia, Chipre y otros países con Alemania.
Para terminar, los eurobonos que se preconizan ahora, con una cierta tardanza, por nuestro presidente del Gobierno, llegarán en su día, y para ello existe ya fuerte presión en la Europa del Sur, y el presidente del BCE, Mario Draghi, tampoco se ha opuesto a la idea. Pero su materialización tardará.
Con lo cual estamos todavía carentes del recurso que los bonos del Tesoro significan para EE UU como fuente de financiación de parte del presupuesto federal. Y que en nuestro caso podrían ser muy importantes para financiar inversiones de interés europeo, a fin de para reducir el fuerte gradiente de niveles de renta dentro de la Eurozona. A todo lo cual no es ajeno el Plan Junker, de 315.000 millones de euros, cuya financiación está lejos de haber sido resuelta, lo cual es, seguramente, el origen de la nueva floración en pro de los eurobonos.
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