Julián Redondo
Don Serio
Serio de preocupar, a Messi no le arrancan Les Luthiers una sonrisa. No sonrió cuando Neymar se desmayó soplado por Abate, ni cuando engañó a Christian Abbiati en el penalti. Marcó y anduvo taciturno hacia el centro, como en el 3-1. Últimamente, anda más que corre y el gesto adusto es su identidad. ¿Seriedad coyuntural? Tampoco le chispearon los ojos cuando Busquets, quizás en fuera de juego, que es como para reírse a mandíbula batiente, hizo,tal vez, su primer gol de cabeza. Que Piqué ayude a Kaká a que el Milan acorte distancias no es para troncharse, pero casi, y no es para partirse la caja pensar que después de sufrir siete lesiones desde abril la recaída es amenaza latente. Y el próximo año toca Mundial. A su lado, la Gioconda posa como unas castañuelas y la enigmática sonrisa de Mona Lisa es una carcajada. Algo pasa con Messi, cabizbajo y meditabundo como si Hacienda le hubiera dejado al borde de la bancarrota o el juego/no juego del Barça le resultara tan insoportable como la levedad del ser. En el mientrastanto, Neymar corre, regatea, parece que se tira, encandila al Camp Nou –con el cuerpo del otro presente– y sonríe.
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