Alfonso Ussía

Doña Francisca

La Razón
La RazónLa Razón

Las telenovelas como los viejos seriales radiofónicos están obligadas a un límite de vigencia. Un año como mucho. No sigo las telenovelas, y me alegro de ello después de conocer que la emisión estrella de Antena 3 ha cumplido cinco años. Sautier Casaseca mantenía en vilo a los radioyentes con historias cuyo desenlace se producía con buena educación y deferente medida. El gran maestro de los seriales pensaba que los oyentes de sus lacrimógenas creaciones tenían un derecho. Conocer el final de sus historias con anterioridad a su fallecimiento. Se valoró mucho en la década de los cincuenta del pasado siglo la comprensión de los propietarios de una fábrica de medias con una trabajadora de bajo rendimiento. Su caso se publicó en «El Caso», y perdón por el sutil juego de palabras. Eugenio Suárez, creador y director del famoso semanario de Sucesos, lo contaba divertido. La Censura oficial sólo le permitía dos crímenes por semana. Si una semana se producían en España siete asesinatos, en «El Caso» se reunía el Consejo de Reacción y se valoraban los homicidios. La genial periodista experta en hechos delictivos Margarita Landi, que fumaba en pipa como Sherlock Holmes y no tenía un Watson de ayudante, era la encargada de seleccionar los crímenes. Y había semanas sin asesinatos, y entonces se recurría a los hallazgos de cadáveres sin interés periodístico, y Eugenio Suárez mejoraba la noticia con detalles morbosos. «El cuerpo sin vida hallado en la pensión “Los Abetos” apareció rodeado de revistas pornográficas». Y en una ocasión, el corresponsal en Granada, envió una noticia en la que el periodista se lucía con desmedida: «El cadáver, que no iba documentado, no se pudo identificar, pero por su aspecto parecía ser el de un varón de 43 años que se llamaba Pedro José y era natural de Pinos Puente». A falta de noticias interesantes, se publicó lo de la trabajadora ineficaz e indolente. Lloró con amargura cuando le informaron de su expulsión, y rogó al Jefe de Personal que no se hiciera efectiva hasta el viernes. «No tengo aparato de radio en mi casa, y el viernes finaliza el serial “La humilde trabajadora de la limpieza que enamoró a un conde”». Y le fue concedida la prórroga, porque el viernes Sarita –la humilde trabajadora de la limpieza–, contraía matrimonio con el apuesto Estanislao, el conde enamorado, doblegando la resistencia de doña Dolores, la madre del conde, que se oponía a la boda. Un suceso estremecedor.

Apenas diez días atrás, una enferma en la recta final ingresada en una de las clínicas más prestigiosas de Madrid, lloraba en su cama del hospital. Según he sabido por uno de sus médicos, no lo hacía por temor a la muerte. Lo que lamentaba la paciente en trance de defunción cercana era «no poder ver el castigo a la malvada de doña Francisca». Llevaba cinco años sin perderse un capítulo de la serie de Antena-3, y en efecto, según mis informadores, hay un personaje llamado «doña Francisca» que es un bicho venenoso.

«Cuando comenzó a emitirse la serie yo estaba sana. Enfermé dos años más tarde, y la única ilusión que me quedaba en la vida era ver cómo terminaba esa malísima mujer. Si muerta o en la cárcel». La televidente fiel falleció el viernes pasado. Y como ella, habrá decenas de miles de personas que siguen ese tostón con regular lealtad y morirán con anterioridad al final de la serie, que parece no tener fin. Creo que Antena 3 haría bien en emitir con prontitud su final, aunque mejor pensado es mucho más saludable para la gente un rollo interminable en Puente Viejo que una felonía de «La Sexta», que a partir de ahora, en lugar de «La Sexta» se podría llamar «Doña Francisca TV».

Para que luego digan que no aporto buenas ideas.