Martín Prieto
¿Dónde están los originales?
A comienzos de los años ochenta la revista alemana «Stern» inició la publicación en folletín de los diarios inéditos de Adolf Hitler logrando una máxima expectación mundial. Se trataba de la gran exclusiva periodística del siglo XX y pieza mayor para el morbo del común de las gentes y eruditos e historiadores del nazismo. Se conocía el dietario de Goebbels, tan grafómano que no destruyó sus papeles personales, pero Hitler era ágrafo y su infame «Mein Kampf» lo dictó en la cárcel a Rudolf Hess. Como el material estaba redactado de puño y letra, «Stern» creyó cubrirse las espaldas recurriendo a prestigiosos calígrafos alemanes y extranjeros que hicieron una comparativa con anotaciones sueltas procedentes de la Cancillería, llegando a la conclusión indubitable de que se trataba de la letra y pulso del Führer. De la expectación se pasó a la controversia porque biógrafos del cabo austriaco y estudiosos del nacional-socialismo encontraron en los textos errores y lagunas inexplicables. Acabó la tensión en un juzgado federal que reclamó y obtuvo los textos originales y zanjó las dudas mediante la policía científica, que no se perdió en caligrafías: el papel y la tinta de los supuestos diarios no se fabricaban en los años treinta-cuarenta. Destapados los falsificadores, «Stern» vio rajada su credibilidad y hubo de prescindir de todo su cuadro directivo. ¿Alguien ha puesto bajo el cuentahílos los «papeles de Bárcenas» o tomar huellas si las hubiere? ¿Los retales publicados proceden de las mismas resmas? ¿Son anotaciones con la misma cadencia temporal o tomadas en distintos años? ¿Siempre es la misma tinta que no se acaba pasando los lustros? ¿La presión del índice es siempre la misma? Las fotocopias sólo tienen valor orientativo en una instrucción, pero peritar los originales es un trabajo sencillo para la policía forense sin necesidad de la caligrafía que no es una ciencia exacta. En España, a veces, parece que el Juzgado de Guardia está en Tombuctú.
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