Alfonso Ussía

Duane Da Rocha

Me considero un privilegiado. Escribo en un periódico formidable y libre. Para colmo, escribo lo que me da la gana. Y no lo hago por el mero placer o la áspera angustia de escribir. Lo hago, entre otros motivos, porque me recompensan el esfuerzo con gran generosidad. Pero no puedo olvidar que llevo más de treinta años sin disfrutar de unas vacaciones, entendiéndose por vacaciones la desconexión total de una actividad profesional. Eso que los cursis llaman «cambiar el chip». Mi «chip» está gastadísimo, y envidio a mis colegas que en agosto desaparecen de sus páginas y espacios, y vuelven a escribir en septiembre con las células grises renovadas, o al menos, descansadas. Además, este verano es especialmente desagradable en los ámbitos políticos, y de la misma manera que los periódicos dedican páginas y páginas a algo tan elemental como que una mujer famosa va a dar a la luz próximamente, me considero plenamente autorizado para escribir de la belleza. De la belleza de una española que se dedica a nadar. Duane Da Rocha.

La natación, eso, mi glorioso pasado. Pocas semanas atrás, en una piscina maravillosa plantada en el corazón de Sierra Morena, tuve y aproveché la oportunidad de ser humillado por una nadadora excepcional y asimismo bellísima. Mujer de raíces castellanas y vascas, Álvarez de Toledo Satrústegui, si bien su arrebatada adherencia anímica a los fuegos artificiales delata ramas valencianas y alicantinas en su roble donostiarra. Mercedes me ganó con amplitud los 50 metros por estilos, que cubrió con pasmosa facilidad y estética, sin apercibirse de que la belleza del entorno de la piscina me cautivó de tal manera, que en lugar de competir con ella, elegí un sosegado baño refrescante.

Y de nadadora a nadadora. En una de las pocas páginas del diario «El Mundo» que no se dedican a pedir la inmediata dimisión de Rajoy, he leído una entrevista de Guacimara Castrillo a la nadadora española Duane Da Rocha, probablemente la mujer más impresionante que compite en el Mundial de Natación de Barcelona. Y para colmo, con posibilidades de ganar medallas y subir al podio de las elegidas con la bandera de su nación izándose ante sus ojos. Cuando esa parte tan antipática y grosera que siempre está presente en cualquier graderío, patio de butacas o en las calles de Cataluña silbó y berreó al Himno de España, Duane Da Rocha, nadadora del madrileño Canoe, junco y álamo de carne y hueso, metáfora de la nube más alta de la estética, escribió en su tuiter: «¡Qué vergüenza de gente. ¡VIVA ESPAÑA, JODER!». Y a partir de ese momento, centenares de miles de españoles supieron de ella, de sus esfuerzos, de su durísimo entrenamiento diario, de sus sueños, de su calidad deportiva y humana y de su inconmensurable belleza.

Y en verano hay que escribir de estas cosas, porque la política está sucia y los lectores merecen algo más que comentarios ácidos y repetidos. «Estoy siempre pendiente de los deportistas españoles, porque es lo mejor que tenemos. Hay que mirar más al deporte y menos a los políticos para tener orgullo por nuestro país». Así, sencillamente, sin alharacas y con palabras directas.

Reconozco que estoy más orgulloso que nunca de ser español por compartir el amor a España con una mujer de esta categoría. Me descubro, barro el suelo con las plumas de mi chambergo y no le declaro mi amor porque le daría la risa, pero al menos, lo intento.