Ángela Vallvey

e-filias

Antes conocíamos dos variantes: el «exhibicionismo» y el «voyeurismo», relacionadas con el catálogo clásico de perversiones sexuales. Ambas parafilias tienen que ver con la intimidad erótica: la primera con la exposición impúdica del propio cuerpo como forma de aumentar la excitación lujuriosa; la segunda es el deseo compulsivo de observar a los demás en sus momentos íntimos, método expeditivo para activar el acaloramiento pasional. Pero los tiempos han cambiado. Ahora tenemos nuevas parafilias relacionadas con la exhibición de la intimidad, no de carácter meramente sexual, aunque sí vicioso, de una grosería innegable. El mundo de la comunicación interpersonal nos ha transformado radicalmente. Al lado del trastorno que han supuesto las telecomunicaciones, la Revolución Rusa es una anécdota. Me refiero a que es posible que las consecuencias sobre el devenir humano que está teniendo, y tendrá, la última revolución tecnológica, sean mucho más profundas que las producidas por la mayoría de revoluciones de carácter político que ha visto el mundo. Internet y las plataformas de comunicación multimedia han aflorado de repente la intimidad de las personas, la han hecho pública. Lo que antes permanecía oculto, en muchos casos para siempre, ahora se muestra, se exhibe y se observa sin recato. Pensamientos vergonzantes, desnudos, secretos –¡incluso instintos criminales!–, se hacen públicos y terminan revelados a la luz de redes sociales, «guasaps», foros, blogs, Youtube... El espacio infinito de internet los acoge y los dota, además, de un inquietante carácter de eternidad. Cuando antaño se «hacía pública» la indignidad, intimidad o inmoralidad de alguien, como mucho se publicaba en papel: tenía forma perecedera. Podía ser olvidada un día. Y la persona afectada era, como mínimo, socialmente relevante. Ahora, cualquiera está expuesto al peligro de contemplar impotente la exposición pornográfica de su vida: su lado oscuro, escondido. Parafilias de la era electrónica: «e-filias».