Ángela Vallvey

E-Money

Sufro dificultades para entender qué cosa es el dinero. El vil metal me produce una especie de contraproducente repeluzno. Me resisto a llevar dinero encima hasta el punto que una vez me robaron y sólo tenía un billete de cinco euros en la cartera. El capullo que me asaltó se agarró un cabreo bastante excéntrico que me pareció del todo inapropiado. Procuro tener cierta sensibilidad para el pensamiento abstracto, pero no le acabo de pillar el truco a lo del dinero (¿por eso nunca seré millonaria?). Sospecho que actualmente la pasta no es más que una aterradora o generosa anotación contable que, lo mismo que está, podría no estar ahí. «Existe» muchísimo dinero que no tiene equivalente en billetes y monedas reales –no hablemos ya del extinto patrón oro– así que..., ¿qué es en realidad? Si, como dicen, es deuda que emiten los bancos centrales cuando Dios les da a entender, produce desasosiego pensar que con pedacitos de descubierto una paga el pan o el sablazo al carterista de turno. Sin embargo, ha llegado el momento del «cryptocurrency in the world». Las criptomonedas (Bitcoin y etc.). Están apareciendo divisas nuevas, no respaldadas por ningún Estado o Banco Central. Son virtuales, no tienen cuerpo, pero no presumen de tenerlo. Son la esencia del dinero: sin hechura, ni diseño, ni morfología de papel o metal; la consecuencia lógica del dinero fiducidario bajo cuya tiranía intentamos sobrevivir; el paso evolutivo que venía después del dinero que (des)conocemos. Están basadas en la confianza entre individuos, no entre bancos; no se pierden, no manchan y no se las puede sobar: seguramente, con «bitcoins» no se habría podido vender a Jesucristo por falta de confianza entre pagador y traidor. No son una «bitcoca»: padecen quiebras y robos. Por falta de confianza. Porque la confianza aún debe crecer.