Historia

Ángela Vallvey

Ecos

La Razón
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Palabras viejas, pero vigentes, que suenan al oído de los que aún se atreven a escucharlas, o todavía saben leer: «Los compromisos son sagrados. En España hay una tradición de hidalguía y de caballerosidad. Hay que mantenerla a todo trance. Todo el mundo sabe lo que fue en España la Monarquía borbónica y parlamentaria: fue la unidad. En cambio, el republicanismo español ha pretendido siempre basarse en el comunerismo, en el federalismo, en la variedad. Hicimos una revolución y la monarquía fue derribada. Sobre las ruinas de la Monarquía pusimos la República. ¿Y qué ha de ser la República, la misma cosa que la monarquía? ¿Ha de ser la unidad? (1932). El señor Lerroux ha hablado hoy con los periodistas de la cuestión de Cataluña y ha dicho que, en su opinión, hay que mantener la Constitución y el Estatuto para encontrar el Gobierno equidistante entre los extremistas de derechas y de izquierdas. Esta defensa del Estatuto implica, claro está, la vuelta del orden público al poder central y considera como un punto dudoso la cuestión del traspaso de los servicios de Justicia (...). Después, está la cuestión de Cataluña. Ya veremos cómo la sorteará el gobierno. Entre esta cuestión y la anterior, hay materia para que un gobierno, deliberante como el presente, delibere diez días seguidos. Por eso es probable que la expectación suscitada alrededor del Consejo de Ministros sea exagerada y que el Consejo de mañana acabe aplazando las cuestiones tres o cuatro días más. Las dilaciones son tan agradables que no lo pueden ser más. (...) La gente, sobre todo la gente de centro y de derecha, está cada vez más disgustada y más sorprendida por la marcha absurda de los acontecimientos. Ni en el primer plano ni en el horizonte se ve otra cosa que vaguedad, deliberación e inconsciencia (1934). Se observa un marcado pesimismo sobre las cuestiones de Cataluña. En España nunca hay legalidad. Solo hay triunfadores y vencidos. Hay quien cree que toda la cuestión del Estatuto de Cataluña dependerá de la persona que vaya a Cataluña de gobernador general, y que, según sea su temperamento, habrá un grado más o menos fuerte de autonomía». (La veu de Catalunya, diciembre, 1934). Son palabras de Josep Pla. En abril de 1936, su anhelo era emigrar de España: tenía miedo. Presentía, con razón, la guerra civil. Quizás vivió con miedo hasta el día de su muerte, en 1981.