Alfonso Merlos
El ADN antisistema
Es cierto que los extremos con frecuencia se tocan. Y es el caso de Juntos por el Sí y la CUP. Pero únicamente en lo que significa trabajar codo con codo para desacreditar al Estado, acabar con la unidad nacional y, al tiempo, producir división en la sociedad civil para crisparla y arrastrarla a posiciones radicales. En lo restante, o sea, en el 90%, la trifulca, el navajazo y el vuelo de machetes están asegurados. Y con los presupuestos hemos topado.
Naturalmente lo de acribillar más si cabe con impuestos a las rentas altas, lo de levantarse frente al techo de gasto, lo de poner patas arriba sucesiones, patrimonio y donaciones era algo con lo que difícilmente iban a tragar quienes en gran medida representan a la burguesía catalana. Pero, aún así, y más allá de las contraofertas que puedan recibir los anarco-comunistas estelados, va en su propia cadena genética desatar situaciones de tensión con el poder, aspirar a posiciones maximalistas, desde la arrogancia, la soberbia y la convicción de que se hallan en feliz abrazo a la Verdad absoluta.
Es muy fácil la alianza entre unos y otros cuando el objetivo llano y desnudo es vapulear al gobierno de España o mendigarle unos euros para la financiación autonómica o el pago a funcionarios y proveedores. Pero es más difícil sentarse, con responsabilidad y categoría política, para sacar adelante unas cuentas sólidas y creíbles que necesita como el comer un gobierno regional cuya gestión lleva la vitola del desastre.
¿A qué demonios juegan a uno y otro lado de la mesa? ¿Son incapaces de dibujar un cuadro de ingresos y gastos que vaya más allá del desleal y malversador ejercicio de destinar millones y millones al chiringuito separatista?
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