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El aire de la defensa

El aire de la defensa
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Este 12 de Octubre, además de Felipe VI, que presidirá por primera vez como rey el desfile militar en el centro de la capital, la estrella de la celebración no será la Guardia Civil ni el popular carnero de la Legión y sus aguerridos seguidores. Será, si el tiempo lo permite, el Ejército del Aire, que cumple 75 años. La legendaria patrulla Águila dejará la bandera de España dibujada sobre el cielo de Madrid, en un momento en que este símbolo de la unidad sufre desprestigio en lugares de la perferia nacional como Cataluña. Ahí pueden observar un anticipo, una muestra ofrecida ayer en el espectacular festival aéreo de Torrejón. La defensa del espacio aéreo obliga a una alerta permanente. Es una tarea meritoria y silenciosa. Frente a cualquier agresión externa los ciudadanos estamos protegidos, sin enterarnos, de día y de noche. La minuciosa vigilancia del aire se extiende también a los mares de alrededor, desde sofisticados centros de control. Es una buena ocasión para expresar nuestro reconocimiento a esta labor callada y eficaz del Ejército del Aire, que custodia nuestras fronteras. Gracias a él estamos más seguros. Cumplen de este modo las Fuerzas Armadas el primer nivel, el más elemental, de la defensa, que no es precisamente una tarea secundaria, como parece que piensa el inexperto Pedro Sánchez, nuevo líder del PSOE, que en un rapto de irresponsabilidad declaró que suprimiría el Ministerio de Defensa. No tuvo en cuenta lo que escribió Maeztu: «Ser es defenderse, y dejar de defenderse es ya como dejar de ser». Le pasó lo mismo a Zapatero cuando, siendo presidente, no se levantó al paso de la bandera americana. Fallos que se pagan caros. Hace tiempo que las modernizadas y plenamente profesionalizadas Fuerzas Armadas españolas, que cumplen delicadas e importantes misiones en el exterior, dejaron de ser herederas y amparadoras del viejo régimen y se han convertido en las primeras defensoras de la Constitución democrática. El pueblo lo ha comprendido así, y por eso gozan de un alto aprecio popular. La progresía, mucho más anticuada, no tanto. Mantiene sus viejos tics antimilitaristas, sin entererse de nada. Lo de los nacionalistas, cuyos dirigentes no aparecerán hoy en la tribuna del desfile, es más explicable. No quieren guardianes de la unidad de la patria. La conciencia de defensa, maltratada hoy por unos y por otros, es el índice de la conciencia nacional. Por lo demás, la Fiesta Nacional debería ser de todos los españoles. El 12 de Octubre, como se explicó en su ordenamiento, es una efeméride histórica en la que España, integrados sus diversos reinos bajo una misma Corona, se constituye en Estado moderno y se proyecta más allá de los límites europeos con su lengua, su religión y su cultura civilizadora. Una hazaña memorable. Observada hoy desde el aire, lejos de las politiquerías, España, a pesar de todo, aparece como una gran nación, segura de sí misma.