Martín Prieto

El apártate que me tiznas

El «más eres tú» no es trato de caballeros sino de gañanes, peor obliga a ello la degradación y desmemoria de los que usan como una guadaña las extravagancias culposas de un esquiador de fondo como Luis Bárcenas. Como me decía Javier Pradera, «¿quién no ha tenido un amigo gánster?», y no por ello hemos de rondar la Audiencia Nacional ni contestar todas las preguntas de los blogueros. Rubalcaba sabe por qué le tengo querencia personal, y no creo que sea un vampiro, pero esa salida de jaque ante el presidente Rajoy de que o comparece en el Congreso como don Tancredo para hacer de pim-pam-pum por las deyecciones de un villano de los de cuerda de presos o promueve una moción de censura inútil y dañina para nuestro crédito internacional, también se llama chantaje. O haces lo que quiero o te serrucho el piso. A Mariano Rajoy se le debe reprochar no seleccionar mejor a los empleados, y también ser pararrayos de los profesionales del chantaje. Escrito sea, con todos los respetos y distancias, que Rubalcaba se ofrezca desde la imposibilidad a presidir un gobierno es como si Jack el destripador opositara a la dirección de Scotland Yard. A quién se está esperando en el Congreso para que explique por qué la Policía avisa a un comando extorsivo de ETA de su inminente detención siendo ministro del Interior y a confesión propia «el hombre que lo sabe todo de todos». Se comprende que Rubalcaba se haya tragado el faisán hasta con plumas pese a los rastros que ha dejado, pero no puede tener tanta amnesia a corto plazo como para tirar la primera piedra como el político más impoluto de las Españas. El haber sido todo en el régimen socialista de la democracia tiene una doble lectura: por una parte le da autoridad para regenerar el PSOE desguazado, si es que pretende hacerlo pero por otra le incapacita para dar lecciones de transparencia habiendo estado removiendo el perol de todos los guisos secretos del felipismo y el zapaterismo. De financiación ilegal todavía habría mucho que hablar además de lo judicializado, y no estaría de más que nuestro prohombre socialista facilitara de una vez su opaca declaración de la renta que prometió hace cinco meses y duerme el sueño de los justos. Los socialistas tuvieron a Bárcenas desde la Guardia Civil a la Cruz Roja, al Banco de España y al Boletín Oficial del Estado, y la oposición no les plantó ninguna moción de censura, dejando que los tribunales actuaran. Pero, ¿los muertos prescriben? Judicialmente el asesinato es prescribible, pero no en conciencia ni en memoria. Gómez de Liaño, hoy abogado del tahúr, instruyó el crimen de Laza y Zabala. Me consta que los mataron a cañón tocante en la nuca, que pidieron confesión y los sicarios se rieron, que los cadáveres llevaban vendas por las torturas prolongadas que les inflingieron. Como decía el malogrado José Luis Gutiérrez, algunos socialistas se volvieron locos y acabaron metiendo a la gente en cal viva. Veintiseis asesinados son demasiados para que de ellos solo supiera un ministro y un secretario de Estado. Rubalcaba, el aspirante a nada, no tendrá responsabilidades penales sobre aquellos horrores, pero fue un muy útil compañero de viaje. Este cazo, con todo descaro, le va a decir a la sartén «apúntate que me tiznas». Que en su moción de censura presenten de candidata a Beatriz Talegón o a Sánchez Gordillo.