Pedro Narváez
El ataque del planeta de Podemos
Los simios nos atacan en los cines como parábola del lado oscuro de los humanos, de la violencia que engendramos en cuanto descubrimos fuego. Los simios somos nosotros y en realidad nos invadimos como si nos pegáramos frente a un espejo en el que reflejamos un envés peludo y, no siempre, más feo. Podemos es todavía un chimpancé, el más paciente del reino animal, que sólo aguarda la recompensa sin que el estrés traicione el hambre caníbal, pero está en trance de transmutarse en gorila y de cometer los errores de los grandes simios: será entonces cuando los ciudadanos cacen sus mentiras, esas soluciones alucinadas que proponen para el mundo cotidiano, y los bárbaros coman sus sesos en la cabeza cortada en un revolucionario festín. Podemos será una manzana que caerá sobre las cabezas de los que aún le creen. Así descubrió Newton la ley de la gravedad. O eso dice la leyenda. Es esta una teoría. Y siguiéndola, no se entiende que lo que se llama el arco político, del PSOE al PP, actúe como la mona Chita, una excelente cómica. Pedro Sánchez, el «mono», lanza un guiño y no apoya a Juncker mientras en el circo del PP se debate entre los que creen que hay que azuzar la llama para dividir a la izquierda y comer la parte magra de la vaca o los que prefieren ignorarlo, como si no hablar de sexo supusiera que la calle no está al tanto de sus pasiones. El primer error lo cometió Arriola –uno de tantos, nadie es perfecto– cuando le llamó friqui, que para el caso fue darle un marquesado y tratarle de usted. Un friqui es alguien, si me apuran lo contrario de un don nadie. Podemos es la mona aunque se vista de seda aunque ahora crea que ha conquistado a Charlton Heston. Sus votantes descubrirán la estatua de la libertad varada en la orilla de la playa y que los chicos de la tribu antisistema lo que pretenden es transformar en lágrimas su sudor. Pero si la política real sigue haciendo de mascota de Tarzán parirá una bestia.
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