Alfonso Ussía

El barullo del ridículo

Si Artur Mas me lo permitiera, tendría sumo gusto en recomendarle la lectura de la novela de intriga «Noche Tenebrosa» del enigmático escritor inglés Stephen Leacock. Principia de esta guisa: «La tormenta se encrespaba aquella noche en la costa oeste de Escocia. Por lo demás, eso no tiene importancia para esta historia, que no se desarrolla allí. El tiempo era tan malo en la costa este de Irlanda. Pero la escena del presente relato se sitúa al sur de Inglaterra». En la página 54, Leacock alcanza la maestría en la claridad. El señor Chester se siente desasosegado por la tardanza en llegar a casa de su esposa, Margie. Al fin aparece, y el señor Chester se permite la libertad de afear la conducta de su mujer con distante medida. –¿Dónde estabas?–; –Oh, querido, perdona, montaba a caballo–; –no tenemos caballo–; Bip, bip, bip–. Y finaliza el capítulo.

Creo que la única persona capaz de entender la literatura de Leacock es Mas, siempre que consiga escapar de la crisis nerviosa por la que atraviesa su chochola. Cuando se ha atrevido a interpretar la sagaz observación del torero «El Guerra» –«lo que no puede ser, no puede ser y, además, es imposible»–, ha suspendido la consulta del 9 de noviembre. No obstante, después de suspenderla, ha convocado a los catalanes a participar en la consulta suspendida animándolos a acudir a determinados locales donde podrán disponer de urnas y papeletas. Lo tiene claro. «Nuestro adversario es el Estado Español». Quizá, lo que no tiene tan claro es que su adversario es él mismo, por cuanto Mas, como Presidente de la Generalidad de Cataluña, es el máximo representante en aquella autonomía del Estado Español. Y todo por ese falso derecho a decidir que nos ha amputado al resto de los españoles, que somos tan sujetos constituyentes como los ciudadanos de Cataluña. Lo ha dicho Fernando Savater. «El derecho a decidir que otros no decidan».

Algo hay de chifladura barrenada en este ridículo político. No hay consulta pero habrá consulta. En los locales que se relacionarán en los próximos días habrá urnas. Se ignora si también se dispondrá de papeletas. Y en los que abunden las papeletas, es muy probable que no haya urnas disponibles. Podrán votar todos los mayores de dieciséis años, pero al no existir un censo fiable, votarán los que quieran, incluidos la Carabina de Ambrosio, la Trompa de Eustaquio y el conocidísimo Coño de la Bernarda. ¿Habrá consulta, señor Mas? –No–; en tal caso, ¿habrá consulta?; –creo que sí–. ¿Algo más que añadir? –Bip, bip, bip–.

Si me lo permiten, y lo escribo con más respeto del que pueda traslucirse en mis palabras, empiezo a sospechar que al Presidente de la Generalidad de Cataluña lo están enloqueciendo sus compañeros de aventuras. Apresa por el aire moscas que no vuelan y se ha encariñado con los aspavientos. Me lo figuro en el gran espejo del cuarto de baño de su dulce hogar ensayando sus discursos, con vehemente interpretación de quien es tan poca cosa. «En Política se puede hacer todo, menos el ridículo». Lo dijo un Presidente de la Generalidad, Josep Tarradellas, que tenía perfectamente establecida en su inteligencia la importancia de Cataluña dentro de España.

He leído desprecios contra Mas. Le dicen traidor, felón, desleal, mentiroso, gafe y demás lindezas. Para mí, es simplemente un mediocre en trance de hostigamiento mental. Un aventurero de la nada. Un débil que se ha dejado llevar al borde del abismo, y ahí, ha saltado voluntariamente al vacío. Siento pena por él. Me gusta que haya despertado en mi sensibilidad la tibieza de la misericordia. Pobre hombre.