Trabajo

El basurero nacional

La Razón
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En el centro porteño penetré en «Tanguería», antro inmemorial y tenebroso, y al pasar por el ropero me sacaron la chaqueta (saco) con habilidad propia del Puerto de Arrebatacapas mientras otro fulano me desfondaba los bolsillos y entraba en camisa en el mejor salón de tango. «¿Me han robado –pregunté a mi esposa– o esto es un ritual?». «Así saben todos que no vas calzado (armado) y no ocultas facón o revólver, y no hay sangre». «¿Y a las minas (mujeres) porqué no os desnudan?». «Las argentinas somos pacíficas». «Ya». Lo recuerdo por estas neobodas o por la ley calé o simples negocios charcuteros, en que se decomisan los móviles a los invitados, y hasta a los suegros, para no reventar una exclusiva pagada obscenamente a unos famosos que lo son porque salen en la tele y en ella aparecen porque son famosos, en un inacabable anillo de Moebius. La prensa del útero (el corazón es un músculo) se ha hecho monotemática de los eventos remunerados de una chusma, incluso con antecedentes penales, que nos dicta como hemos de comportarnos. A mayor abundancia no nos privamos de algún gallinero de entretenimiento televisado que podría ser calificado de arma de destrucción masiva de la elegancia y la gracia o, cuando menos, de cruel y huelebraguetas. La comitiva de la basura cierra con el farolillo rojo de las redes asociales (nada puede ser social sin empatía) que hacen olla podrida hasta con los photo call publicitariamente remunerados de tantos solidarios de guardarropía, y que suponen a la comunicación global e instantánea lo que un relajado paseo por las calles de Alepo. Es misterio inextricable que la Administración de Justicia no se haya sentado a estudiar este impulso hacia el delito de las redes asociales que se están cobrando hasta víctimas infantiles y son el antifaz de la pedofilia. La Policía trabaja cuando tiene tiempo pero a jueces y fiscales hay que dárselo masticado. Lo que bulle es el silencio de los intelectuales, el cotorreo de los ignorantes siempre rematados en sectarios, la mala educación, que o es ideológica o no es, y la sustitución del racionalismo, el cartesianismo, por la sentimentalidad y el nuevo romanticismo que nos afligen. El tango lo bailaban los estibadores de La Boca porque en Buenos Aires no había minas solteras y hubo que fletar barcos para traerlas de Europa. Hoy faltan mujeres y hombres para recoger la mierda social.