Restringido

El cambio y el recambio

En un sistema democrático tiene que haber adversarios que confronten de acuerdo a las normas con las que se ha dotado esa democracia. Ernesto Laclau lo compara con jugar al ajedrez: «No se puede jugar si hay un solo jugador, o si hay dos, pero uno de ellos patea el tablero».

Cuando la confrontación no existe, o no es evidente, aparecen nuevos actores políticos que intentan llenar ese espacio vacío, reclaman una nueva lógica, un tiempo nuevo con un paradigma diferente. No tiene contenido ideológico, es populismo.

Mayo del 2010 fue una fecha que marcó cambios en la política española, en pocas semanas la intención de voto al PSOE, entonces en el gobierno, cayó en diez puntos.

Un año más tarde, las elecciones municipales y autonómicas primero, y después las generales, fueron el preludio del desafecto de los electores que se habían mantenido leales a los dos grandes partidos tradicionales durante los últimos treinta años.

El divorcio fue primero del electorado socialista, pero sólo fueron necesarios un par de años en el Gobierno del PP, para que aparecieren las primeras grietas con el electorado conservador.

La convicción de muchos ciudadanos de que los dos grandes partidos habían convergido ideológicamente, y cuya prueba eran las consecuencias de la aplicación de las políticas del pensamiento económico hegemónico, ha generado la percepción de que en esta partida de ajedrez ya no hay dos opositores antagonistas. Es la tormenta perfecta para el surgimiento del populismo.

Algunos confunden populismo y demagogia, conceptos muy diferentes aunque puedan darse al mismo tiempo. Populismo es una forma política en sí misma, puede ser de derechas o de izquierdas, no es la cuestión esencial, se articula sobre un significante sin significado y reclaman un cambio en el sistema institucional, que básicamente consiste en la desaparición de muchas instituciones.

Podemos fue la primera en emerger; algo más tarde Ciudadanos, que con el éxito electoral que le auguran las encuestas, también se muestra nuevo protagonista político.

A pesar de la impresión que obtenemos si sólo observamos lo aparente, ambos tienen mucho en común. Los dos rechazan responder a los «viejos ejes de la política» que separan entre conservadores y progresistas. También declaran que están llamados para la suma de todos, excepto de unos pocos. Podemos reclama una mayoría social frente a los de «arriba» y Ciudadanos llama a la sociedad civil frente a los políticos profesionales, concebidos como élite.

Y, lo principal, para ambos ha llegado el fin del bipartidismo en España, al que hacen responsable de las mayores catástrofes imaginables.

Y aunque las encuestas les otorgan perspectivas de éxito, han fracasado en hacer mayoritaria su idea de un cambio de sistema, y así lo perciben los electores.

En una escala ideológica en la que se otorga valor 1 a la extrema izquierda y 10 a la extrema derecha, la autoubicación ideológica de los votantes del PP se sitúa en el 6,8 al PSOE en el 3,9, a IU en el 3,2, a Podemos en el 3,5 y Ciudadanos con el 5,2. Éstos son los datos que arroja el CIS de las elecciones andaluzas.

Podemos se ha nutrido absorbiendo a los votantes de IU y captando antiguos votantes socialistas. Ciudadanos se ha convertido en refugio de los electores que se fugan del PP, de UPyD y de esos votantes que oscilaban electoralmente entre populares y socialistas. El mismo estudio del CIS muestra que el 44% de los votantes de Ciudadanos en los comicios andaluces votó al PP en las generales y el 31% de los votantes de Podemos votó al PSOE en las generales.

Es decir, que frente al pronóstico de las élites dirigentes de ambos partidos, que aventuraban un cambio de paradigma, está la lógica de los votantes que sigue siendo la de adscribir su voto a la derecha o a la izquierda.

Ciudadanos acapara el voto conservador moderado y Podemos ha pasado desde una posición de ultraizquierda a gozar de un cálida ubicación ideológica que le sitúa ahora en la órbita de la izquierda más centrada.

Ellos dicen que su aspiración es acabar con el bipartidismo, pero lo que hacen es renovarlo. Su proyecto de cambio ha quedado en un modesto recambio, y suele ocurrir que la gente prefiere los recambios originales, porque dan más garantías.