Ely del Valle
El ex desde la barrera
Desde el Partido Popular niegan que Aznar quiera volver a la política activa. Lo que parece evidente es que el ex presidente no renuncia a inferir en la del Partido Popular desde su atalaya de FAES, ni a clavar sus espuelas en los flancos de Rajoy en cualquier foro en el que se requiera su análisis. El último ha sido en Valencia y ante un nutrido grupo de empresarios ante los que ha advertido del peligro que supone someter los recortes a un periodo de rebajas.
Aznar sufre, y no precisamente en silencio, el síndrome del padre que después de dejar el negocio familiar en manos de sus hijos, se niega a dar un paso atrás y pretende seguir llevando las riendas como si estos fueran unos descerebrados. Se olvida con demasiada frecuencia de que fue él el que anunció que renunciaba, el que decidió en qué manos dejaba el partido y de que su mala gestión en la crisis del 11-M fue definitiva para que su heredero tuviera que empezar en la «empresa» como mozo de almacén. Ni él es perfecto aunque muchas de las cosas que dice sean ciertas, ni Rajoy es el hijo inútil, como parece dar a entender. Aquel Partido Popular que reinventó no es el mismo que el de ahora. Les separan ocho años de Dakar por el desierto de una oposición muy dolorosa, cuatro de vía crucis por el calvario de la crisis y otro más de equilibrios sobre el alambre de la incertidumbre. Más que en un jarrón chino, Aznar se ha convertido en el abuelo gruñón de gesto adusto que confunde aconsejar con regañar, como si sólo él estuviera en posesión de la verdad o como si le costara reconocer que siempre es fácil enfrentarse al toro a porta gayola cuando uno ya se ha cortado la coleta y está viendo la corrida cómodamente sentado en una localidad de barrera.
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