Alfonso Ussía

El filósofo Lara

Hay muchas frases y actitudes para descubrir a un tonto. Por ejemplo: «Yo no tengo Patria ni Bandera porque soy ciudadano del mundo». Tópico de cretino en trance de ascender a ceporro. No existe una clasificación científica de las diferentes especies de tontos y sus niveles de majadería, y creo necesario que alguien lo intente para abrir las puertas a los investigadores del futuro. Principió la creación de un «Diccionario de Tontos» Jaime Campmany, pero se nos fue. No le habrían hecho caso, porque Jaime, que sobrevolaba todos los dogmas, los grandes enemigos del humor, se marchó de golpe antes de estructurar su trabajo. Vuelvo a elogiar a mi compadre Antonio Burgos, descubridor de un modelo de tonto de muy difícil superación, el «tonto con balcones a la calle». Arthur Baer centró su brillante hallazgo de la estupidez humana en su primo Reginald Baer: «Nació tonto y tuvo una recaída». Para mí, y espero ser disculpado por mi sinceridad, el tonto en cabeza de la clasificación es el Tonto Solemne, el que dice obviedades y chiquilladas ajustando a sus palabras un tono de seriedad y trascendencia que ayudan a fortalecer la memez. El Tonto Solemne es dogmático y, por lo normal, de la izquierda antisistema, que es un espacio entregado a la falsa seriedad. Se puede ser tonto en unas cosas y no tanto en otras. Un tonto no es siempre un cretino o un ceporro simultáneamente. Muchos personajes influyentes en la sociedad son tontos parciales, y entre ellos destaco al que escribe este artículo. Fue nombrado Consejero de un importante banco un tonto total, pero muy eficaz en la coba y la adulación. Al cabo de diez años, durante los que asistió a las reuniones del Consejo sin decir ni una sola palabra ni aportar una idea en tan largo período, el presidente que lo nombró le pidió su opinión respecto a una operación de gran calado y riesgo que se debatía. «Mi opinión siempre será la tuya, admirado presidente». Se le amplió el cargo cuatro años más. Es decir, que siendo completamente tonto tenía una luz de inteligencia para sobrevivir.

No se me enfaden pues los tontos solemnes a los que me voy a referir. Tanto uno como el otro –se aborrecen personalmente– han alcanzado altas responsabilidades políticas, y en ese aspecto han demostrado una gran inteligencia. Llamazares no se ha bajado del coche oficial desde que le dijeron que los Reyes Magos eran los padres, y de ahí esa expresión de permanente enfado con la que vive y se deja acompañar. Y el otro es Cayo Lara. Son tontos solemnes, como buenos comunistas. No admiten la broma o el humor porque consideran que la sonrisa es vulgaridad propia de las derechas. Adoptan una postura y una expresión de gran solemnidad cuando ofrecen su opinión y, al ser ésta, normalmente, una frivolidad colegial, descomponen el equilibrio y alcanzan la cima del cachondeo callejero.

Mucho más sencillo que elaborar un «Diccionario de Tontos» es recopilar las solemnidades habladas de estos personajes tan divertidos en su continente y tan peligrosos en su contenido, que no ha logrado cambiar en un siglo y medio. Estoy seguro de que saben arreglar un enchufe, poner la lavadora, cambiar la rueda pinchada del coche y manejar con soltura un ordenador. Es decir, que no son tan tontos como el que les está atribuyendo la condición de Tontos Solemnes, que ignora cómo se arregla un enchufe, no sabe poner la lavadora, si pincha en carretera aguarda con paciencia la llegada del camionero salvador y cuando el ordenador le pregunta por la opción a elegir entre dos posibilidades, siempre lleva la flecha del ratón a la decisión equivocada.

Con el lío que ha armado la Consejera comunista de la Junta de Andalucía –mucho me temo que Susana Díaz se va a equivocar gravemente devolviendo a Izquierda Unida sus competencias–, al filósofo Cayo Lara le han preguntado, y el filósofo ha viajado hasta Sevilla para dejarnos a todos flipados: «Sólo hay un problema de personas; unos piensan que hay que dormir debajo de un puente y otros, como IU, que hay que dormir en viviendas». Y se ha quedado muy satisfecho con sus palabras. Llamazares ha llamado a Susana Díaz «señora feudal», también con el agrio gesto de los filósofos heridos. Y todo, porque una comunista chiflada ha concedido a un grupo de «okupas», con compañeras de partido en el grupo, unas viviendas por las que están esperando pacientemente centenares de familias que han cumplido con los requisitos y cumplen con las leyes. Familias que necesitan esas viviendas para no dormir debajo de un puente, pero lo hacen respetando la legalidad, no como el filósofo Cayo Lara desaconseja y el filósofo Llamazares descalifica.

Tontos Solemnes y un coñazo de tíos, escrito sea con el mayor de los respetos, que no afecto y cariño, sentimientos diferentes.