Luis Alejandre

El fracaso como estímulo

Mal montañero sería el que no insistiese en conquistar el Everest ante uno o varios intentos fallidos. Tiene un montón de «ochomiles» repartidos por todo el mundo en los que puede mantener el músculo preparado, pero sobre todo, la mente ilusionada. En la vida no todo se mide en los números de un altímetro, como tampoco en los cuantificados beneficios económicos, como los que podía reportar una Olimpiada en Madrid. Los números son los números. Pero lo importante son las mentes, las aptitudes y las mas importantes actitudes.

Ante el fracaso de la candidatura madrileña hay dos salidas. La primera es la de ampararse en el lamento –lamerse las heridas, en el lenguaje de la calle–, la denuncia, la depresión. Si alguien pensaba en el apoyo de países europeos que ya piensan en 2024 se equivocó; si alguien se fiaba de un jeque cuyo tejido moral este formado sólo por petrodólares, más; si alguien creía en promesas o insinuaciones, desconocía completamente el alma humana. Este amparo depresivo es el que hemos utilizado muchas veces y, en mi opinión, debemos huir de él. Invoco una segunda alternativa, que en algunos momentos de nuestra vida hemos sabido utilizar. En mi Menorca, que es isla de navegantes porque el mar, antes de aparecer los aviones, era para lo bueno y para lo malo su única vía de comunicación y comercio, se utiliza frecuentemente la expresión «com mes mar, mes vela». Es decir, «afronta la mala mar con decisión, soltando trapo, ofreciendo mas vela al viento, rompiendo las olas».

Canalicemos con esta filosofía todos los esfuerzos empeñados en el Madrid 2020. Acabemos las instalaciones deportivas tanto de la sede como de las subsedes. Recuperemos el caudal de voluntarios que se habían ofrecido en toda España. Impulsemos a las federaciones e impongámonos metas deportivas a alcanzar antes de 2020: ni un escolar sin deporte; guerra declarada a la obesidad infantil; profesorado de Educación Física especializado en cada centro; competiciones locales, provinciales, autonómicas y nacionales a destajo. Créese una verdadera pirámide de actividades en cuyo vértice asome el esfuerzo y el espíritu que presidía el Madrid 2020. En su base debe estar hasta el más apartado y sencillo pueblo del Pirineo oscense. En él, incrustado, debe vivirse este proyecto con la misma ilusión que en Vallecas o en El Pozo.

Estoy seguro de que de este esfuerzo nacerán mas deportistas olímpicos y la respuesta a Buenos Aires la daríamos en Tokio dentro de siete años. Respuesta dentro del espíritu olímpico, el que consagra que se aprende más perdiendo que ganando, el que inspira el alegrarse con el triunfo del contrincante. Gaspar Rosety (LA RAZÓN 10-09-13) nos recordaba las palabras del obispo americano Talbot que inspiraron al barón de Coubertin, el de la importancia de participar sobre la de ganar: «Lo importante en la vida no es conquistar, sino luchar bien».

No habremos alcanzado beneficios económicos, pero alcanzaremos algo mas importante como comunidad: el afrontar, el saber sufrir, el saber sobreponerse a fracasos y errores. El éxito estriba en aprender a ir de fracaso en fracaso sin desesperar. La vida no es mas que una escalada; una lucha constante contra las dificultades. Por ello es bueno entrenar y preparar a las nuevas generaciones. Decirles que un optimista ve una oportunidad en todo problema y que un pesimista, en cambio, ve un problema en cada oportunidad. Séneca nos diría que «el ímpetu de las adversidades no cambia nunca el ánimo del hombre fuerte». En un «puntazo» reciente decía este mismo periódico «por dolorosa que haya sido la desestimación....lo que importa es el apoyo incesante de las administraciones a los deportistas y la promoción del deporte como pilar fundamental de la sociedad. España es líder mundial en diversas disciplinas y el capital humano y moral que atesora está muy por encima de las decisiones arbitrarias del COI». Más que de acuerdo.

En frases mas certeras, el maestro Kipling (1856-1936) nos enseñó:

- «Si sueñas y los sueños no te hacen su esclavo».

- «Si tropiezas al triunfo, si llega tu derrota, y a los dos impostores tratas de igual forma».

- «Si puedes escuchar la verdad que has hablado, hecha trampa de pícaros para engañar incautos».

- «Si vuelves al comienzo de la obra perdida, aunque esta obra sea la de toda tu vida».

Su contemporáneo, el libanés Khalil Gibran (1883-1931), invocaría a su vez a la «serenidad para aceptar las cosas que no podemos cambiar; valor ante las que si podemos cambiar y sabiduría para distinguir la diferencia entre ellas».

Son momentos de no mezclar decepción con rendición. Son momentos de valor y de valientes. Son momentos de ira contenida, de reacción y de genio. No hay otra salida: ¡a por Tokio!