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El futuro de Europa y de Occidente

La Razón
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Los acontecimientos que vivimos en España no nos dejan ver más allá de nuestras fronteras. Pero en un mundo globalizado donde el contexto internacional nos condiciona a todos, siendo miembros de una UE con capacidad para decidir muchas cuestiones que nos afectan directamente, conviene observar qué ocurre a nuestro alrededor y cómo ello incide en nuestro país. Si observamos los países de nuestro entorno vemos cómo el modelo social, político, cultural y económico en el que se ha basado la prosperidad de las últimas décadas está convulso, alterando los equilibrios existentes, y propiciando la aparición de movimientos radicales y populistas que arraigan en una parte importante de la población debido a: 1º: la crisis que padecemos, agravada por la pasividad de nuestros sistemas políticos para atajarla y reaccionar eficazmente a tiempo. 2º: la dudosa capacidad para hacer frente a los movimientos que crecen en número y violencia dentro y fuera de nuestras fronteras amenazando nuestra seguridad y libertad. 3º: la imposibilidad de sostener nuestro Estado de Bienestar con los costes y la estructura social actual que nadie quiere confesar abiertamente, amenazado a su vez por la llegada masiva de inmigrantes, haciendo que los nacionales se sientan relegados en su disfrute. 4º: la no integración de estos últimos en nuestra sociedad aceptando nuestras normas de convivencia y respetando nuestro sistema de derechos y libertades, que ha pasado de ser una fortaleza a convertirse en una de sus mayores debilidades frente a esos movimientos. A esto responde el fenómeno del «populismo» y los nuevos partidos que están floreciendo en Europa, y también en EE UU. Partidos que explotan el hartazgo de la sociedad, la preocupación por el futuro, el miedo ante las amenazas del terrorismo islamista, el alto coste de la crisis económica y la insostenibilidad de nuestro Estado de Bienestar si no es a costa de quebrar nuestras economías. Partidos que se inclinan a derecha e izquierda según defiendan postulados trasnochados y «buenistas» de izquierda radical que agravan los problemas sociales y económicos, o defiendan mano dura frente a los terroristas que amenazan nuestras vidas y convivencia en nombre de la religión, y a los que nos invaden ilegalmente amparados en movimientos políticos y mafias que trafican con seres humanos.

Europa está vieja, se ha vuelto comodona y es cara. Los partidos tradicionales no han hecho frente con antelación a la deriva que se veía venir. Han preferido el discurso fácil sin aparente coste político, ocupando cada vez más el espacio del adversario a la izquierda, acomodándose a una opinión pública condicionada cada vez más por los medios con los programas basura y el escándalo, lo que, unido a la falta de liderazgo y a la renuncia a sus principios, ha hecho que muchos ciudadanos los vean como un problema y busquen en nuevos partidos respuesta a sus preocupaciones. El Brexit es un ejemplo.

Europa y Occidente necesitan líderes que hablen claro, que expliquen cómo de agotado y desvirtuado está el modelo y lo que debemos hacer para recuperarlo y garantizarlo a futuro. Corregir las políticas económicas, sociales, de natalidad, inmigración, seguridad, desde la defensa de nuestros principios y convicciones, preservando nuestros valores, nuestro modelo de sociedad, nuestros territorios y nuestra libertad. Es necesario hacerlo ya, con nuestros aliados y antes de que la situación nos arrastre a un estallido social de imprevisible pero siempre nefastas consecuencias. Las elecciones en EEUU y el próximo año en Europa pueden ser una oportunidad o un paso atrás. Ojalá sea lo primero, aunque parece que nadie está en eso.