Roma

El imperio de lo inglés

Los niños en nuestras escuelas saben dónde vive el presidente de los Estados Unidos, pero no tantos conocen donde vive el presidente del Gobierno de la nación española; basta con apretar un botón del mando de la televisión para darnos cuenta de que el inglés es la lengua original de la mayor parte de los programas. Hace unos pocos años no estaba tan descompensado el interés por aprender francés, alemán o inglés; hoy día en cambio parece clara la opción. Si acudes a Alemania, observas que allí lo que se sigue con interés es aquello que viene de Estados Unidos y para eso uno puede evitarse el rodeo. Hasta Francia dispone ya de un canal televisivo de habla inglesa para la difusión de sus noticias, internacionales y francesas. El «service public» se hunde entonando un réquiem.

El nuevo imperio toma el testigo no sólo de la economía; se ve en la necesidad de decir algo en materia de cultura. Lo último de lo inglés es la «reinvención de la historia». Lo cierto es que la historia de Occidente se escribió allí donde, por cierto, se sabía escribir, es decir, en Grecia y Roma, tomando después este testigo legitimador España, siendo por entonces lo inglés algo puramente anodino. Sin embargo, proliferan ahora (en los medios) noticias de historia donde aparecen «nuevos sabios» diciendo por ejemplo que Britania estaba tan desarrollada en su época como Roma, que los vikingos descubrieron América antes que Colón (qué más dará esto, si nadie se enteró). En Estados Unidos parece ahora que Jesucristo resulta que estuvo allí (dicen en Utah). Lo inglés lo hace bien, ofertando ídolos que dan gusto a la masa (aquellos que pudieran tener la desgracia de tener algo de mejor gusto, tarde o temprano, quedarán barridos por la corriente). Curioso es que hasta nuestros progres contestatarios con cualquier política de derechas en España invocan, sin embargo, ídolos norteamericanos, pese a que EEUU es un puro y descarnado capitalismo de derechas (es admirable el imperio de lo inglés, qué bien se instrumenta).

Esto de lo inglés es una de esas cosas que en la vida hay que asumir como una simple realidad necesaria. Incluso tenemos que avanzar mucho más aún en nuestra internacionalización y esto pasa por el inglés. Hay que dominar esta lengua, y preocuparse más del exterior, tener mayor presencia, echo en falta más de todo esto, que pasa por el inglés. Lo inglés actúa unilateralmente y, entonces, lo tomas y te integras, o te quedas solo. Las instituciones internacionales están hechas a la medida de lo inglés, hasta el punto de que es inherente a ellas sentirse siempre al comienzo un poquito incómodo; es inevitable porque siempre juegan con ventaja, como si estuvieran en su casa. Son educados, pero dirigen, lo que no impide que tengamos algún espacio. En un contexto en el que, además, la unidad de España se juega hasta su destino en el apoyo internacional, es obvio que de momento no queda más remedio que seguir modestamente el rumbo de lo inglés. Pero, entonces, sin perder la dimensión de lo que uno es ni de la historia, o que por ejemplo Texas, California, en general la mitad oeste de EEUU, Florida, Panamá, Las Malvinas, Gibraltar, Filipinas, Puerto Rico, Guinea, Cuba de milagro, el apoyo a Uruguay frente a Argentina o a Portugal... no ha sido Rusia o Francia la que ha estado al acecho observando donde poder sacar provecho, por decirlo de forma suave.

Es decir, más inglés, pero también más conciencia de ser español. Lo inglés debería actuar de forma coherente con este nuevo aliado que tiene en muchos millones de hispanos que sucumben a sus encantos. Despierte, señor inglés, y atienda bien a su aliado.