José Antonio Álvarez Gundín

El pacto imposible

El pacto de Estado que propone Griñán para afrontar la crisis sería creíble si el PSOE tuviera un liderazgo sólido, una estrategia política clara y una idea del Estado del Bienestar diferente a la de Miss España. Como no es el caso, la propuesta tiene menos recorrido que el cerebro de Verstrynge. El día que más cerca estuvieron Rubalcaba y Rajoy de pactar una reforma importante fue a mediados de noviembre pasado, cuando la socialista Inmaculada Rodríguez Piñero y el subsecretario de Economía Miguel Temboury negociaron hasta la extenuación una solución a los desahucios. El acuerdo, alcanzado de madrugada, era satisfactorio para ambas partes e incluso mereció el aplauso de los técnicos independientes que participaron en las reuniones, asombrados de que por una vez el interés general se impusiera al de partido. Pero era un espejismo. Cuando Rodríguez Piñero presentó a los suyos el texto acordado, a Rubalcaba le temblaron las piernas, sintió el vértigo de la inseguridad y se amilanó, temeroso de que todo el partido se le echara encima por pactar con el Gobierno la misma semana de la huelga general, la del 14 de noviembre. Al líder del PSOE le faltó coraje para imponer su autoridad e impulsar políticas de Estado en favor de los más desprotegidos. Seis meses después, no parece que haya ganado ni en liderazgo ni en credibilidad. Al contrario, el escarnio de Ponferrada, el órdago de los socialistas catalanes y el sopapo de los gallegos le han dejado a un centímetro del desahucio. ¿Es fiable alguien en situación tan precaria? ¿Cómo podrá alcanzar acuerdos de Estado quien tiene medio partido en contra? En tanto los dirigentes del PSOE no se aclaren a qué palo jugar, si al populismo de izquierdas o a la socialdemocracia responsable, no habrá nuevos pactos de La Moncloa. Lo demás es retórica parroquial.