Julián Redondo

El partido utópico

Sorprendió la puesta en escena de Miguel Rivera, el técnico interino del Almería, al retar al Madrid a un partido utópico, de igual a igual, como esos que plantea Paco Jémez y que el espectador agradece; romántico, en cualquier caso; tal vez un brindis al sol porque el técnico malagueño sólo disponía de esta oportunidad y optó por no pasar inadvertido. JIM, el sucesor, valoraba la herencia desde el palco.

De cuando en cuando, el entrenador del Rayo Vallecano se lleva un susto avalado por los presupuestos de sus rivales. El Almería de Lillo encajó un 0-8 con el Barça y cada vez que recibe a un grande se santigua. Rivera mantuvo el tipo.

El Madrid de Ancelotti, que alineó a toda la artillería y mejora cualquier récord a su alcance, no es visitante para descuidarse. El anfitrión ni se descuidó ni se rajó. Subía con descaro y defendía con entereza. Trascendían de los jugadores las ganas de agradar, ni más ni menos que cuando obedecían las consignas de Francisco, el entrenador despedido y recordado con afecto en la grada.

En éstas, golazo de Isco, respuesta inmediata de Verza desde fuera del área y casi seguida de Bale.

A Cristiano Ronaldo se le resistía el gol, eso lo lleva fatal y condiciona algunas acciones de sus compañeros. Por brindarle una ocasión, Bale desperdició una suya clarísima. Luego el portugués pidió penalti por un agarrón más severo que el que le sirvió contra el Celta para darse un chapuzón.

Y el partido, roto; entonces Marcelo zancadilleó a Edgar en el área. Verza lanzó el penalti, Casillas lo paró y el portugués respiró, al fin, cuando Benzema le entregó tres cuartos de gol y Carvajal el cuarto. Fin del Almería.

Cristiano y Messi utilizan al Madrid y al Barça para disputar un partido paralelo en el que sólo juegan ellos. Son voraces y egoístas. Si pudieran, oficializarían los entrenamientos para que computaran los goles.