José Antonio Álvarez Gundín

El paseíllo de los inquisidores

Si el juez Castro hubiera querido ahorrarle a la Infanta Cristina el paseíllo de Palma, setenta pasos de escarnio para solaz de comadres, lo habría tenido muy fácil: bastaba con haberla citado cualquier mañana, de lunes a viernes, en horario de oficina. De forma habitual, el ingreso al juzgado se realiza por el acceso principal, directamente desde la calle. La rampa, en la trasera del edificio, hace las funciones de puerta de servicio y sólo se utiliza en sábado y para las escasas citaciones verpertinas, amén de las guardias. No estaba pensada como pasarela de inquisidores ni como callejón para que la televisión basura pudiera asaltar honras y dignidades, que es en lo que ha devenido esta rampa de aparcamiento.

Pero su señoría no ha tenido a bien dispensar a la Infanta idéntico trato que a los demás mortales, que sí utilizan la entrada general. Incluido Jaume Matas, usuario habitual de las instalaciones. No es verdad, por tanto, que a la hija del Rey se le aplica el mismo rasero. En realidad, el objetivo es obligarla a utilizar la entrada de servicio, a modo de horcas caudinas, y someterla a una rueda de reconocimiento que dura setenta pasos. Sin embargo, es probable que, al final, el juez decano abrevie la encerrona y permita a la imputada hacer el recorrido en coche hasta la misma puerta. Pequeños detalles como éste son los que distinguen a un juez de un inquisidor. Mientras llega el día de autos, sábado 8 de febrero, el patio de vecindad entretiene la espera con la gresca entre Horrach y Castro. Los «castristas» están literalmente desolados por haber pedido el favor del fiscal, al que encumbraron como un intocable Eliot Ness de las Baleares, debelador de corruptos, martillo del PP y compañero fiel de Castro. Y, en efecto, fue Horrach quien puso en marcha la Fiscalía Anticorrupción en las islas y a quien todos reconocían su trabajo duro y su independencia. Así que cuando estalló el «caso Nóos», el dúo más dinámico de la judicatura fue presentado como Starsky y Hucth. Hasta que se les cruzó la hija de un Rey y reaccionaron de forma opuesta. Veamos: Castro le saca 20 años a Horrach. Con 67 cumplidos, el juez ya sólo aspira a colgar la toga llevándose un trofeo de caza mayor para adornar el salón de casa. El fiscal, sin embargo, está en lo mejor de su carrera y rechaza secundar audacias de jubilado sin razón ni fundamento. Entre ambos también hay gran diferencia de formación y de calidad profesional: Horrach es un fiscal brillante y fiable; Castro es, simplemente, un currante con mucho pundonor a quien el Derecho Tributario le es ajeno. Alguien que necesita 227 folios para explicar lo que se puede decir en 12 es que le falta inspiración y le sobra transpiración.