Alfonso Merlos

El pesebre separatista

Indignante, intolerable. Y, sin embargo, absolutamente previsible. Los paladines del nacionalismo catalán están con el pico y la pala trabajando en un plan equivocado, destilando demagogia, propalando mentiras. Y, lo peor de todo, desarrollando una estrategia carísima que 47 millones de compatriotas estamos sufragando con el sudor de nuestra frente.

Las artimañas que Artur Mas y sus subalternos están desplegando para conseguir lo que nunca conseguirán son incontables pero tienen algo en común: sean embajadas, asociaciones, organizaciones no gubernamentales... lo decisivo es engrasar la falsaria idea de que España roba, perjudica, maltrata, humilla. Y lo determinante es lograr que haya cuatro bobos o cuarenta o cuatrocientos que compren esta mercancía barata.

Pero no seamos ingenuos. Esta red de chiringuitos tiene una finalidad de marcado carácter onanista y trincón. Ahí están los amiguetes, los arrimaos, muchos compadres del partido que no valen para otra cosa. O sea, que estamos ante la presencia de estructuras parasitarias que se entregan a fundirse el dinero que tanto nos cuesta ganar y que tanto duele pagar en forma de impuestos.

El Gobierno verá lo que hace. La sociedad civil verá cómo reacciona. Pero todos debemos tomar conciencia de que en Barcelona gobiernan unos señores que atentan contra el interés general de los ciudadanos para satisfacer a la tribu. Un día sí y otro también. Si agachamos la cabeza, o nos ponemos de perfil, o nos tapamos los ojos y los oídos, o miramos al cielo y el suelo y silbamos, seremos cómplices de un histórico y deplorable atropello. ¿O no?