Crisis en el PSOE
El poderoso influjo de las ideas
Keynes sostuvo que son las ideas y no los intereses lo que mueve el mundo. Y tenía razón. Lo vemos ahora al contemplar el doloroso parto –contra del credo largamente compartido sobre la aversión al PP– del abstencionismo socialista. Y lo percibimos también en la machacona persistencia de los independentistas catalanes para progresar en su proyecto secesionista. Contra viento y marea, estos últimos parecen dispuestos a dar cumplimiento a una hoja de ruta largamente meditada sin permitirse pausas o vacilaciones que pudieran empañar la independencia deseada. El caso es que, sin embargo, algo se mueve últimamente en Cataluña cuando el Centro de Estudios y Opinión (CEO) de la Generalitat señala una progresión de la españolidad entre los catalanes. No se trata de un cambio importante, pero apunta una tendencia que se va asentando lentamente. Ahora bien, los que se identifican a sí mismos fuera de la españolidad siguen siendo más de cuatro de cada diez, la mitad de una manera radical y la otra mitad de un modo atenuado. Es sobre esta parte de la población sobre la que incide poderosamente el nacionalismo.
El nacionalismo alude a las ideas políticas, pero cuando de lo que se trata es de luchar por el poder, no es eso lo más relevante. Uno de mis alumnos de postgrado, Juan Manuel Sánchez Cartas, escribió un importante trabajo, basado en los datos del CEO, en el que identificaba los elementos discursivos esenciales que dan lugar a la adhesión de los individuos al independentismo. Está el sentimiento catalanista, pero más allá de él, son dos las ideas a las que responde su perfil: una, la creencia en que, tras la independencia, las condiciones de vida van a mejorar sustancialmente en Cataluña; y la otra, la de «Espanya ens roba», o sea que el sistema autonómico de financiación les perjudica. Ambas han sido elementos sustanciales del discurso favorable a la independencia y ambas son falsas, como algunos hemos podido demostrar en nuestros estudios sobre la economía de la secesión.
Lo que importa no es la verdad o el engaño, sino que la prédica política levante adhesiones. Juan Manuel Sánchez muestra también en su trabajo que la influencia de las ideas tiene un doble sentido, de manera que «los discursos que desincentiven las expectativas de mejor vida en independencia, fomenten un nacionalismo español o mantengan que el sistema de financiación es adecuado o demasiado descentralizado, reducirán el apoyo independentista». Y añade que esto ocurrirá siempre que esos discursos «sean tomados en serio». Para ello, mi alumno considera que hay que descartar cualquier «factor de negociación», pues «la posibilidad de que el Estado ofrezca algún trato» no es determinante del apoyo a la independencia. Algunos políticos, sobre todo en el centroderecha, tendrían que aprender de esto. Lo dije en su día sobre Alicia Sánchez Camacho y ahora lo puedo decir sobre Inés Arrimadas, pues en este asunto buscando paliativos no se llega a ninguna parte.
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