Política

Alfonso Merlos

El polvorín yihadista

El polvorín yihadista
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Se han convertido en dos enclaves explosivos. Era cuestión de tiempo, porque la fijación del terror salafista con las ciudades autónomas ha sido obsesiva en la última década. Los epígonos de Bin Laden entienden que se trata de territorios que han de ser reconquistados para la causa del auténtico Islam, que se encuentran ocupados por infieles, pisados por las botas del enemigo. Y las actuaciones en todos los órdenes de la yihad (captación, reclutamiento, radicalización, indoctrinamiento) han sido permanentes. Son peligrosamente incansables.

Hoy el autodenominado Estado Islámico ha recogido el testigo de la vieja y parcialmente desmantelada Al Qaeda para sembrar globalmente sus amenazas, para generar inestabilidad no sólo en los campos de batalla de Irak y Siria, sino infiltrando a la diáspora musulmana asentada en Europa. Precisamente por eso se entiende que hayan puesto en la diana a Ceuta y Melilla creando un alarmante foco de riesgo: por razones culturales, religiosas y geográficas, estos enemigos de la libertad lo tienen fácil en el norte de África.

Los nuevos soldados de Alá han visto aquí un campo abonado para incorporar a su falso ejército a jóvenes –hombres y mujeres– que no necesariamente proceden de las capas más bajas de la población, para empotrar en sus filas a una nueva hornada de muyahidines en ocasiones con interesantes capacidades técnicas y conocimientos tecnológicos para hacer daño. Y deben tener respuesta.

Las unidades que tanto en el Cuerpo Nacional de Policía como en la Guardia Civil están configuradas para neutralizar a este sigiloso enemigo son de las más cualificadas de toda Europa: han demostrado una formidable capacidad para prevenir, para anticiparse antes de que planes destinados a provocar grandes niveles de destrucción humana y material con un alto grado de desarrollo se materializasen dramáticamente. Y el desafío, según la información que pública LA RAZÓN, no es que sea mayor ni menor que en el pasado, ni diferente. Pero hay un cambio en la fisonomía del Mal y hay que adaptarse urgentemente.

No conviene bajar las defensas. Menos cuando el Estado Islámico ha situado, de la misma forma que los autores intelectuales y materiales de las atrocidades del 11-S, a Al Andalus en lo más alto del imaginario colectivo que moviliza su «guerra santa». Ellos no tienen prisa para atacar. Nosotros sí debemos tenerla para protegernos.