Marta Robles

El primer caldito

Teresa Romero ya se ha tomado un caldito. Está mejorando y con ella todos nosotros, enfermos no de ébola pero sí del miedo a ese virus que mata a diestro y siniestro. Tanto como para llevar en estado de alerta desde que la enfermera ingresara en el Carlos III y sus test dieran positivos. Desde entonces han pasado muchas cosas, Excalibur ha muerto, las redes se han incendiado, quince personas que tuvieron contacto con la enfermera han sido puestas en cuarentena y cuatro sospechosos de poder padecer el virus han sido analizados para ver si tenían la enfermedad. En ese tiempo, además, alguno ha fingido haber contraído ébola, se han detectado más casos en el mundo y los grandes países, capitaneados por los EE UU, ya concienciados de que el problema es de todos y de que no basta con cerrar fronteras a los vuelos africanos, como han hecho en algunos países caribeños, o con tomar la temperatura en los aeropuertos, como se baraja en otros lugares, han decidido empezar a ayudar a controlar el peor brote de ébola de todos los tiempos, en la misma África donde supone, verdaderamente, un azote mortal, aunque bien sepamos todos que no es el único. Mientras los enfermeros del Carlos III denuncian su agotamiento y piden ayuda para afrontar lo que haya de venir, Rajoy da por «encauzado» el problema del ébola en España y Soraya sonríe por fin, esperando que los próximos análisis de Teresa Romero den negativo. Si así fuera, como se prevé, por fin se le habría ganado un pulso al virus y por fin Teresa, curada, podría abrazar a sus seres queridos. Hay que ver lo bien que sienta siempre el primer caldito...