Alfonso Merlos

El príncipe y la rana

Ni cacería ni linchamiento ni manía persecutoria. Ná de ná. Estamos sencillamente ante la aparición, acumulación y cruce de innumerables indicios que llevan a una figura política señera en el enloquecido proceso separatista que sufre Cataluña a situarse en el mismísimo centro de una serie de tramas para la consecución de dinero fácil, ilegal y por la puerta de atrás. Presuntamente. No hay más.

La exclusiva que hoy revela LA RAZÓN pone al descubierto precisamente que no hay interés oportunista o bastardo –ni de ninguna otra índole– por hacer coincidir en el tiempo el desafío soberanista a la Constitución española con un proceso judicial ordenado y prolongado que no debe sorprender a nadie. Porque el fin no es otro que el de llevar ante la Justicia a quienes, por ejemplo, han intentado de forma bochornosa y caciquil amañar los concursos de concesión de estaciones para pasar la ITV.

Ya se sabe sobre qué argumento pivota la defensa del presumible imputado, que en realidad es un vulgar puntapié y tentetieso: «Ni soy colaborador ni soy necesario». Pero por emplear la semántica acuñada hace cuatro días por su excelentísimo padre, Oriol tendrá que explicar de qué coño hablaba en esos interesantes almuerzos que eran precedidos de sospechosas llamadas telefónicas y a los que seguían otros mensajes todavía más tenebrosos. ¡¿O acaso estamos ante un concatenado cúmulo de casualidades y una mera carambola?!

En el cuento de hadas de los hermanos Grimm, la princesa se lleva una ilusionante sorpresa cuando descubre que la rana que le ayudó a recuperar la pelota de oro que había perdido era en realidad un príncipe. Aquí sucede al contrario. Es el Príncipe del nacionalismo –así bautizado en la penumbra por sus más peligrosos socios– el que les ha salido rana. Y en un tribunal deberá explicar por qué.