César Lumbreras

El profeta «R»

Rajoy ha cogido el gusto a ejercer de profeta. Debe de ser porque, según dejó claro ayer él mismo, sus éxitos en la materia le avalan. Al final del último Consejo de Ministros de 2013 salió a explicarse y anunció que 2014 iba a ser el año de la recuperación económica. Lo recordó ayer, al acabar la reunión del Gobierno, antes de que los ministros y él mismo se marchasen de vacaciones de Navidad, cuando señaló que «hace un año pronostiqué un 2014 mejor y se ha cumplido con creces». Después dijo que «2015 será el año del despegue definitivo de la economía», para agregar a continuación que «ahora toca restañar las secuelas de la crisis».

Por eso ha establecido como prioridad de estos últimos meses de legislatura «recuperar el bienestar de los españoles que se ha llevado la crisis». Loable propósito el suyo. Es de justicia, después de todos estos años de apretarnos el cinturón, de vivir acogotados por la evolución de la prima de riesgo, las subidas de impuestos, las amenazas de intervención, el crecimiento galopante de la deuda pública y los recortes de todo tipo que se han llevado una parte de nuestro bienestar.

Ahora la pregunta clave es saber si la nueva situación y el ambiente económico diferente que se respira, aunque no haya llegado a todos los españoles, es base suficiente para hacer afirmaciones tan tajantes como las que realizó Rajoy ayer, o, por el contrario, en ellas va también una buena dosis de electoralismo, a la vista de las dos citas que nos esperan en 2015.

En cualquier caso, sea lo que sea, lo importante es que Rajoy siga triunfando como profeta, por lo menos en el campo económico, por la cuenta que nos trae a todos.