Guardia Civil

El seguro y la virgen

La Razón
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Era yo un chaval y fue en unas vacaciones de Semana Santa. Molinaseca es un pueblo pequeño, con dos iglesias enormes y un cementerio primoroso, que se asoma al río y donde está el panteón en el que reposan los restos de mis padres, abuelos, bisabuelos y el resto de la extensa parentela que se ha ido al cielo.

No tiene ni policía municipal. Está enclavado en el Camino de Santiago y en aquella época, hace medio siglo, la gente no cerraba las puertas de las casas. Por eso me extrañó ver a aquellos dos paisanos, tan trajeados, que iban educadamente ofreciendo seguros a los vecinos. No es que fueran plastas, pero insistían y tanto, que en mi casa, para quitárselos de encima, les dijeron que ya teníamos póliza. Cuando uno de ellos, el más porfiado, inquirió de qué tipo, mi madre, que siempre fue muy directa, les contestó festiva que disponíamos de dos: «La Virgen de las Angustias y la Guardia Civil».

No tengo estadísticas sobre los incidentes, robos y problemas resueltos desde entonces por la Virgen en la comarca, pero los solventados con éxito por la Benemérita son millares. Y lo mismo en toda España, desde Finisterre a la Línea. Quizá ignoren que un agente de la Guardia Civil, con cuatro trienios de antigüedad, hijos y dedicación plena cobra al mes 1.342 euros. Y si está destinado al País Vasco o Navarra, todo lo más que incrementa su magra nómina son 600 euros.

En Alsasua, donde hace tres meses una banda de facinerosos proetarras agredió en masa a un teniente y un sargento, celebran año tras año el Ospa Eguna, en el que entre otras «gracias» queman muñecos con tricornio. Y es habitual que los agentes y sus esposas escuchen por la calle insultos como «perro vete al monte», que a sus hijos se les acose en el colegio y que en algunas tiendas se les fuerce a esperar eternamente o se les niegue el servicio.

¿Imaginan la que se montaría en los platós de televisión o en el Congreso de los Diputados si mañana trasciende que en una panadería, un bar, una carnicería, una escuela o un supermercado de Madrid se hace el vacío a alguien por ser marroquí o negro? ¿Por ser gay o lesbiana? ¿Por llegar de otra región?

Tras la pertinente condena en el Parlamento, los jueces estarían a ipso facto empapelando tenderos, comerciantes, profesores y al sursum corda. Pues con la bendita Guardia Civil, nada de nada, y a mí, como español, me da vergüenza.