Alfonso Ussía
El sistema
Nuestro sistema se resume en la Constitución de 1978. Lo escribí ayer. Un sistema mejorable, pero no mejorado por ningún otro. El sistema no se ha desvanecido ni estropeado. Pero sí se han deteriorado los partidos políticos, plagados en los últimos decenios de sinvergüenzas, insensatos y traidores a lo que significa España en su Constitución. Los ciudadanos y los contribuyentes sólo servimos y somos aceptados para votar y pagar impuestos. Los gobernantes elegidos en las urnas hablan de transparencia, honestidad y futuro. Jamás han rendido cuentas a la ciudadanía de sus mangancias y despilfarros. Cuando alcanzan el Gobierno se abre ante ellos un período de cuatro años de constante permisividad. No sólo los partidos políticos son los responsables de la desfiguración del sistema. Ahí están muchos empresarios involucrados en la demencia de la avaricia, y los sindicatos CCOO y UGT con preferente espacio en la vileza, y algunos medios de comunicación, especializados en airear la mugre ajena para camuflar la propia. Ninguna importancia tiene en una nación bien entretejida y democráticamente adulta la caída de un Gobierno. Bélgica ha demostrado que, incluso sin Gobierno, se puede prosperar. El problema de España es que no hay recambio. El Partido Popular está en trance de derrumbamiento. No toda la culpa la tiene el golfo mentiroso que administró sus fondos durante quince años. La tienen también los que confiaron en él, los que le nombraron y los que, a sabiendas de sus manejos, siempre lo defendieron. Pero si el PP se desvanece, la posibilidad que resta es mucho peor. El PSOE ha arruinado a España, y no sólo en su economía. Oir a Rubalcaba que pretende presentar una moción de censura en el Congreso contra Rajoy ha dejado de ser hasta gracioso. Si los dos grandes partidos, fundamentales responsables del caos por haber sido los más votados, se derrumban, nos hallaríamos ante la quiebra del sistema, y quedaríamos en manos de muy peligrosos populismos. El Partido Comunista, escondido en las siglas de Izquierda Unida, no ha evolucionado en nada desde 1936. Una sociedad democrática en la que aumentan las opciones del sistema más ruinoso y asesino de la Historia de la Humanidad, es una sociedad enferma. Creímos, en un principio, que los gobiernos liberales y conservadores tenían claro el concepto de lo que es España. Sabíamos que la izquierda socialista alentaría las diferencias regionales, y así ha sido. Pero la mansedumbre del Gobierno del PP ante la chulería independentista de los nacionalismos catalán y vasco –principalmente el primero–, sí ha constituído una pésima sorpresa. Tenemos un líder de la Oposición en el que ya nadie cree y un Presidente del Gobierno que no habla. La gobernación exige rigor, pero también flexibilidad y sentido de la oportunidad. El PP recibió del PSOE una nación quebrada. Y según parece, la situación económica se ha estabilizado y en unos años olvidaremos la angustia de nuestros días. Pero la gente de la calle no valora los resultados de la macroeconomía, porque lo que necesita es un dinero de bolsillo para subsistir y comprar en la tienda o en el supermercado, pagar sus hipotecas y la educación de sus hijos y vivir con la dignidad esencialmente garantizada. España, según aplauden en Europa, la puta Europa, la necesaria Europa, se ha enfrentado con valor a su ruina y ha salido adelante. Ahora es necesario que salgan en la misma dirección los españoles de clase media y baja y cinco millones de parados. No podemos entregarnos a los cantos de sirena de los partidos minoritarios, también carcomidos por pasados nubosos y corrompidos. Necesitamos que los grandes partidos tengan la suficiente valentía y decencia para limpiarse a ellos mismos de granujas, inútiles y profesionales de la farsa. Si se rompe el sistema, la Constitución será papel mojado y podríamos volver a tiempos indeseables. Esto no es un artículo. Ha sido un desahogo.
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