Alfonso Merlos
El trilero
Faltan los tres cubiletes y la bolita. Sí. Pero Artur Mas está emulando por méritos propios y descomedido empeño a esos estafadores que toman posiciones en calles concurridas y mercadillos de pueblos y ciudades para, mediante el trile, engañar al personal y sacarle los cuartos del bolsillo.
En ésas se halla el «molt honorable». Jugando al gato y el ratón con el Estado de Derecho. Anunciando con un infantilismo contrario al alto cargo que ostenta que convocará a los ciudadanos a las urnas mediante un ardid o artimaña que consiga vulnerar los antibióticos legales establecidos para frenar gamberradas institucionales. ¿Cabe mayor ejercicio de irresponsabilidad? ¿Puede ser más grotesca la gesticulación y la fanfarria con las que se está adornando antes de hacer el más estrepitoso de los ridículos?
Cuando las cosas no van bien, en ocasiones lo mejor es que se estropeen del todo. Y el presidente de todos los catalanes (aunque no ejerza como tal) está torpemente poniendo toda la carne en el asador para envenenar la convivencia en la sociedad, crear un formidable colapso político y bloquear la acción de un poder ejecutivo que debería volcarse en afrontar y resolver los grandes desafíos en la educación o la sanidad y, globalmente, en la economía.
Pero algo hay positivo en las últimas declaraciones de Mas. Ya todos los españoles saben por confesión de este architestarudo separatista que para procurar conseguir sus fines recurrirá a una treta. Se presenta en consecuencia como un embustero y un tramposo. En balde. Es cuestión de horas que veamos cómo la democracia española, siguiendo la vieja máxima, actúe como un zorro para sortear las trampas y como un león para espantar a los lobos.
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