Paloma Pedrero

El trueque

En los malos tiempos, la imaginación se pone las pilas, y los humanos nos hacemos un poco más sensatos, más que cuando creemos que somos infalibles a las desventuras y miserias. En este momento, en el que el descalabro económico y social está poniendo la salud de la gente al borde de los precipicios, muchos han pasado a la acción y se dedican a generar posibilidades de supervivencia. Si entran en internet, verán que existen múltiples plataformas que facilitan la labor del trueque, contactando a empresas o particulares que desean intercambiar sus bienes o servicios. Una amiga mía, con iniciativa, nos convoca a un mercadillo en el que cambiamos toda esa ropa, zapatos, complementos, etcétera, que un día compramos y que casi nunca nos pusimos, o de la que nos cansamos. Es algo fantástico, porque aparte de hacernos unas risas probándonos los vestidos, pantalones y zapatos de las otras, soltamos el lastre de nuestro armario y volvemos a casa como si hubiéramos pasado una increíble tarde de compras en la mejor zona de la ciudad, la que no cuesta. La cosa se está poniendo más bonita aún. Entre grupos de amigos creamos redes de apoyo, que consisten en el intercambio de lo que cada uno sabe hacer. Por ejemplo, una amiga, que hace reflexología podal, ofrece masajes a cambio de entradas para el teatro. Otro cambia comida casera cocinada por él mismo por algún cursillo. Tengo otra amiga, poeta, que si la invitas a comer o a cenar te promete un soneto. En fin, que lo maravilloso es darse cuenta que todos tenemos algo que dar, aun en la carencia más absoluta. Porque todos somos capaces de producir algo bueno. Me gusta el trueque. ¿Quién cambia?