José María Marco
El virus
Uno de los argumentos más escuchados este mes de agosto, cuando el Gobierno repatrió a Miguel Pajares, fue el de que no se debía importar el virus del Ébola. Lo más curioso era que quienes lo utilizaban son los mismos que preconizan la desaparición de las fronteras y una ciudadanía cosmopolita que nos permitiría a todos movernos libremente por todo el planeta. Así que quienes siempre andan dando lecciones de solidaridad y de globalidad se permitían decir que no había que repatriar a un compatriota y que había que aislarse ante la enfermedad... En cuanto se hizo público que Teresa Romero estaba infectada, esos mismos energúmenos adujeron el estado de nuestro sistema de salud (recortes, ineficacias, falta de preparación, etc.) para volver a argumentar retrospectivamente que nos teníamos que haber aislado del virus.
Aparte de una aberración moral, la idea es una utopía. No hay posibilidad alguna de aislarse y era cuestión de tiempo que la enfermedad saltara a los países desarrollados, como ha ocurrido en España y en Estados Unidos. Lo que hace falta no es más aislamiento, sino una auténtica voluntad de plantarle cara a la enfermedad en los países que la están sufriendo. Allí, con más medios, con más compromiso, con más personas y con más equipamientos, es donde se conseguirá controlar la epidemia. Claro que en cuanto se tomen las medidas que se deberían haber tomado hace tiempo, se empezarán a oír las mismas preguntas acerca de qué es lo que hacemos allí. En cuanto a la crisis de histeria y de cinismo político que se desató desde la tarde del lunes 6 de octubre, habrá muchas cosas que pensar, en particular en los medios de comunicación, que han servido de amplificación a opiniones, rumores y campañas que no tenían por qué haber salido de las redes sociales. Las administraciones tienen mucho que aprender para establecer políticas eficaces de comunicación interconectado 24 horas. También los medios tendremos que empezar a establecer protocolos de relación –no de aislamiento- con las redes sociales. Y para quien se entretuvo tiñendo el virus del Ébola con los colores de la bandera de España, consuélese pensando que en Estados Unidos están igual que aquí: los mismos interrogantes ante un fenómeno nuevo, la misma inhumanidad y la misma bestialidad en el uso político de la enfermedad. Tampoco en eso somos originales. De lo que menos se habla es, cómo no, de que la situación está controlada gracias a los excelentes profesionales y gestores de la medicina de nuestro país.
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