Enrique López

Elecciones y corrupción

La Razón
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Los recientes resultados electorales han tenido muchas valoraciones durante la semana que ya ha transcurrido, pero hay una que me llama la atención, y es que por parte de algunos comunicadores se ha puesto de manifiesto que en España la corrupción no pasa factura en los procesos electorales. Tal afirmación, tan categórica como posiblemente errónea, requiere de una mínima reflexión. Técnicamente este debate lo deben abordar los sociólogos expertos en la materia, pero de forma intuitiva la hace mucha gente y a la vista está. Mas sin ser un experto en sociología, me gustaría aportar un breve apunte. Creo que la corrupción política entendida como el mal uso del poder público para conseguir una ventaja ilegítima, generalmente de forma secreta y privada, sí pasa factura en una sociedad democrática. Lo que ocurre es que, en España, desde hace muchos años, la sociedad ha entendido que la corrupción política, a diferencia de lo que ocurre en otros países, no genera impunidad. El azote conjunto de la corrupción y de la impunidad es demoledor, porque provoca en la ciudadanía un sentimiento de impotencia, escándalo y a la vez de acomodación a la situación, de tal suerte que al final resulta que la mejor forma de combatir la corrupción es integrarse en ella. Por el contrario, en España la persecución policial y judicial de las actividades corruptas ha sido implacable, llevando a los tribunales a cientos de responsables políticos. La Justicia está hablando con lo que debe hablar, resoluciones judiciales que han resuelto el conflicto, que han reestablecido la legalidad y que han colocado a muchos de aquellos en la cárcel. Esto es lo que ha podido observar la ciudadanía, y además se ha generado la percepción, a pesar de lo que publican y sobre todo opinan algunos, de que el poder político y económico no han tenido influencia alguna en aquellas decisiones, tal como corresponde a un verdadero Estado de Derecho, sin concesiones ni populismos. Lo que mejor combate la corrupción es la transparencia, y lo que mejor combate el delito es la Ley, un poder judicial independiente y una policía profesional, y con esto contamos en España, por más que algunos se empeñen en vender lo contrario. Se dice, aunque esto es susceptible de precisión, que desde 1978 el país ha sufrido 175 casos de corrupción política a todos los niveles: ayuntamientos, diputaciones, gobiernos autonómicos y, afortunadamente en menor medida, estatales, de todas formas y colores. Todos han sido afrontados por nuestro modelo de justicia, y está dando resultados, y por ello la corrupción no tiene los efectos electorales que algunos proponen o consideran adecuados. El pueblo español es un pueblo muy maduro en términos democráticos y no se le engaña tan fácilmente. Decía Voltaire que «quienes creen que el dinero lo hace todo, terminan haciendo todo por dinero». Esto se puede aplicar tanto al poder, a la fama, como a la mayor parte de las debilidades humanas, pero lo importante para combatir esta lacra es lo que ya se hace en España: transparencia, persecución sin trabas y enjuiciamiento sin presiones. La verdad y la justicia se imponen por encima de la mentira y la confusión.