Alfonso Ussía
Ellas, ellas
Creo ciegamente en las excelencias de las mujeres políticas. Si la mujer es más inteligente y constante que el hombre en el noventa por ciento de las actividades vitales, por lógica la política está entre ellas. La mujer es mucho más valiente que el hombre, y menos soberbia. Ahí tenemos –tiempos contemporáneos–, a Indira Ghandi, Golda Meir, Margaret Thatcher, Isabel II y Angela Merkel. Si yo fuera venezolano votaría a la maravillosa Tintori. Y en España tenemos y hemos tenido formidables mujeres políticas, Rita Barberá, Esperanza Aguirre, Cristina Cifuentes, Teófila Martínez, María San Gil –el PP le gana al PSOE en feminismo político–, y ahora despunta en el horizonte Susana Díaz, que será la próxima Secretaria General de los socialistas. Pero, al contrario, no me producen respeto alguno las mujeres que, por su matrimonio con estadistas, acceden a la política y heredan el poder. En ese aspecto, la inteligente Argentina es nación de sentimentalismos absurdos. Eva Perón fue más que Perón, por otra parte empresa nada difícil, pero su muerte prematura le impidió suceder al fresco y ladrón de su marido. Sí lo hizo Maria Stella Martínez de Perón, cuyo mandato originó el golpe y la dictadura militar de Videla, Massera y Galtieri. Creo que Maria Stella, que se hacía llamar Isabelita, cuando dejó una Argentina en manos de los asesinos montoneros y los militares golpistas , se instaló de nuevo en España a vivir de las rentas. El gran fracaso de Hillary Clinton no ha sido otro que pretender emular a su marido. Y llegamos a Cristina Fernández, la mujer de Kirchner, el apodado «Pingüino», de hábiles manejos económicos, gran creadora de su fortuna, encubridora de Irán, tolerante con los atentados contra los judíos, expropiadora de empresas y bienes españoles, y señalada como responsable del asesinato del fiscal Nisman, que casualmente fue pasaportado al otro mundo cuando se disponía a actuar contra ella. En la actualidad, la atroz pingüina, populista, peronista y millonaria, sin el muro de inmunidad de su cargo, se va a enfrentar, esta vez de verdad, a la Justicia argentina.
Las políticas que acceden a las más altas responsabilidades por haber sido «la mujer de...» son un desastre. Las que alcanzan el poder por sus propios méritos y medios legítimos, dan vuelta y media a los hombres. La política, además de sabiduría, precisa de intuición y firmeza, y la valentía que España va a necesitar en los próximos años vendrá de una mujer. Porque España, incomprensiblemente, situada en los lugares de privilegio en lo económico y en lo social, es el objetivo a destrozar de muchos españoles que día tras día, van ganando posiciones para culminar su deleznable proyecto. Jamás entenderé cómo España, nuestra maravillosa nación, uno de los Estados más viejos del mundo, puede generar tanto odio en quienes de benefician de su libertad y respeto a sus derechos. Pero vendrá una mujer que se atreverá a cumplir y hacer cumplir la Ley, y llegará con anterioridad al reparto de la túnica, al ansiado por los antiespañoles fraccionamiento de su territorio.
Hillary Clinton es la principal responsable del triunfo electoral de Donald Trump. Las mujeres de Perón y de Kirchner ocupan posiciones de lujo en la peor Historia de Argentina. La segunda, al fin, se va a enfrentar a sus responsabilidades más turbias, a sus decisiones más tragicas. El dinero lo tiene fuera de Argentina, pero se podría dar el caso de que no le dejaran disfrutarlo. Tengo para mí que no le va a salvar ni Su Santidad el Papa, que le obsequia con más sonrisas que al presidente actual, Macri. La «mujer de» no sirve y se sirve de la política para alcanzar sus ambiciones. La mujer que alcanza la cima desde su soledad, es la gran esperanza de Europa, todavía gobernada por una gran mayoría de hombres, pusilánimes y cobardes. Vendrán las mujeres a poner las cosas en su sitio.
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