Francisco Pérez Abellán

Empeorando el método de matar

Era un auxiliar de enfermería bien considerado que gozaba del afecto y respeto de todos aunque tenía un perfil oscuro, con misterios impenetrables en su interior, que un día habrían de estallar como una bomba en medio del geriátrico de La Caridad de Olot, Gerona. Presuntamente es uno de los peores asesinos en serie descubiertos en nuestro país, al que se le atribuyen al menos once muertes. Los ancianos entraban a sentirse mejor y cuidarse y acababan agarrotados en una cama y quemados por dentro. Se trata de un miembro del colectivo «ángeles de la muerte», que proporcionaba el pasaporte a la otra vida a aquellos residentes que iba eligiendo. Gente que no estaba para morirse a la que acortaba bruscamente la vida. En otro lugar del mundo quizá se habría detectado antes, porque un criminólogo habría tomado nota en la oficina de seguridad del Ayuntamiento de las muertes de la residencia de ancianos. Han sido descubiertos «ángeles de la muerte» en los últimos treinta años en una larga cadena de hospitales de los países más desarrollados. El auxiliar de Olot presenta rasgos comunes con todos ellos, como el pretexto de actuar por compasión, pero le distingue un elemento diferente que se hace fundamental: haber elegido el método más doloroso para matar a sus tres últimas víctimas. Saltó de la intoxicación con fármacos a inyectarles líquido corrosivo en la garganta. No cabe duda de que con ello buscaba el juego morboso de ser descubierto. La justicia debe caer sobre él con todo su peso.