Julián García Candau
Escándalo Muñiz
César Muñiz Fernández es asturiano nacido en Bruselas y, según el Comité Nacional de Árbitros, estudiante. Ello justifica que no tenga demasiado tiempo para estudiar el reglamento futbolístico, ni para pasar por el oculista para que le gradúe la vista, ni por el sofá del psiquiatra para que le ayude a mantener criterio durante hora y media. Su caso es singular. Lleva años cometiendo graves errores y es internacional. En España se le puede aplicar aquello de «por donde quiera que fui la razón atropellé». No extraña que en cuatro días haya protagonizado dos actuaciones lamentables propias de su historial. La montó en Barcelona y el Sevilla salió del Camp Nou con sensación de que le habían escamoteado mejor resultado.
En Elche volvió a dar la nota. Durante todo el partido aplicó criterios contrapuestos en las amonestaciones. Para empezar, la falta que propició el gol de Cristiano en libre directo podría ser discutida. Si en el fútbol todo tipo de contacto es falta no se puede jugar un partido en noventa minutos. Al margen de esta cuestión no tuvo valor para expulsar a Sergio Ramos, que cometió una segunda falta merecedora de tarjeta. Muñiz, tan repeinado él, sabe que no es lo mismo expulsar a un jugador como Ramos que a uno del Elche, Osasuna o Levante. El mayor síntoma de inteligencia lo da cuando sabe a quién se puede favorecer y a quiénes ignorar sin que ello cuente en las notas de cada actuación. En el Colegio arbitral no ha entrado la democracia.
Posdata. Las sanciones a los futbolistas son públicas. ¿Sabremos si Muñiz es sancionado como merece?
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