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España fue rescatada

La Razón
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El Partido Popular tuvo el domingo pasado en Cataluña 123.000 votos menos que en las elecciones del 2012, un 26,3% menos. Se han hecho distintas interpretaciones de esos resultados en unas elecciones autonómicas, que han supuesto la derrota del independentismo. No comparto los análisis que concluyen que son consecuencia de la firme y permanente defensa de la legalidad y especialmente del marco constitucional que ha hecho el Gobierno, y si así fuera lo asumiríamos; pero son otras las causas, como lo prueba que en las demás elecciones se ha producido un descenso similar: en las municipales de este año el Partido Popular tuvo un 27,9 por ciento menos votos que hace cuatro años, y en las europeas el diferencial fue aún mayor. Sin ninguna duda, una de las razones ha sido la detestable corrupción, que este Gobierno persigue, y contra la que ha aprobado imprescindibles normas para su erradicación. Además –y hay que aceptarlo– las necesarias, y en algunos casos duras, reformas adoptadas para salir de la crisis también han restado votos, como alguien anticipó hace tres años.

En septiembre de 2012, en Santiago de Compostela, algunos invitados a la boda de un hijo de Alberto Ruiz-Gallardón charlamos un buen rato con Mariano Rajoy. Tuvimos la oportunidad de escuchar al presidente del Gobierno de España hacer algunas reflexiones que definen su verdadero carácter y que no tiene nada que ver con la falsa caricatura que, desde la mala intención, desdibujan algunos. Afirmaba el presidente Rajoy que la situación tan difícil y peligrosa que teníamos cambiaría si seguíamos haciendo transformaciones como las que ya se habían comenzado a poner en marcha. Y añadió que esas medidas tendrían un coste político a corto plazo que habría que asumir, pero que eran indispensables para salir de la crisis tan profunda en la que estábamos.

Recordemos algo de lo que ocurría en aquellos momentos y que contaban a diario los medios de comunicación: la prima de riesgo, o si se quiere entender mejor, los tipos de interés que pagábamos por nuestra deuda convertían su coste en una losa difícil de soportar. Pagar un diferencial de 6 puntos, y más, con respecto a lo que pagaban empresas de países de nuestro entorno, hacía que las nuestras no pudieran ser competitivas. El paro, el principal problema en aquel momento, y todavía hoy, tenía una tasa inadmisible del 26 %, y seguía creciendo. Las mejoras que se iban realizando no producían aún los efectos que se pretendían; era demasiado pronto para que esa gestión de gobierno seria y eficaz comenzara a contribuir a la creación de empleo. Además, era necesario seguir cambiando lo que no funcionaba.

Que España sea el país de Europa que más empleo crea, lo podemos decir hoy, y lo confirman los datos. Hace tres años nadie lo podía pronosticar, porque no eran precisamente predicciones positivas las que se hacían de España.

Son muchas las condiciones adversas que se han corregido en estos años, pero ahora tiene que mejorar la situación de los que más lo necesitan, esa debe ser y va ser nuestra prioridad; hacer que la recuperación llegue –y les va a llegar– a los que todavía hoy no la han percibido. Para eso tenemos que seguir con las políticas que funcionan y no con las que nos llevaron al desastre. Por eso, deben continuar gestionando los políticos que están consiguiendo que mejore la vida de los ciudadanos, y que no vuelvan los políticos que empeoraron la vida de todos, especialmente la de los más necesitados. Es cierto que algunas de las disposiciones ineludibles aprobadas por el gobierno de Mariano Rajoy, como él preveía, han tenido a corto plazo un coste de votos para el Partido Popular. Un coste en cualquier caso mucho menor que si no se hubiesen adoptado, porque sin esta política valiente y responsable, el Partido Popular estaría, como España, y esto último es sin duda más importante, en el precipicio. Ha habido medidas duras, pero inevitables; no han sido decisiones populistas, de esas que embaucan, pero que nos llevarían a la quiebra, han sido las que toma quien cumple con su deber, buscando lo mejor para los españoles.

Lo que la mayoría proclamaba hace tres años era que España iba a ser rescatada, que seríamos intervenidos. Eso se aseguraba continuamente, y era para muchos la única salida posible. Había mucha gente que desde diferentes tribunas exigía al presidente que pidiera el rescate. Algunos desconocían que no bastaba con pedir el rescate, que era necesario que los países de la UE lo aprobaran. Otros, que sí lo sabían, parecía que deseaban que se pidiera y fuera rechazado.

Hablábamos de todo esto aquella tarde en Santiago, y se afirmó: «El mejor rescate para España es el que juntos tenemos que hacer para salir de esta enorme crisis, y con mucho esfuerzo y sacrificio lo vamos a conseguir». El que dijo esas palabras se llama Mariano Rajoy Brey, y cumplió lo que anunció: España, entre todos y con su liderazgo, fue rescatada. Hoy los españoles lo saben y, pronto, muy pronto, lo van a valorar.