José Antonio Álvarez Gundín

Españoles en París

Corre por los despachos del PSOE un chiste malévolo a propósito de las elecciones municipales francesas, en las que los socialistas han sufrido su Waterloo particular y aun habría sido más trágica la derrota de no ser por los méritos de dos españoles de cuna: la gaditana Ana Hidalgo, que ha logrado conservar la Alcaldía de París, y el barcelonés Manuel Valls, que ha sido nombrado primer ministro por ser el socialista mejor valorado. El chiste con el que se regocijan los críticos de Ferraz dice así: ¿Por qué Francia tiene a Manuel Valls y a Ana Hidalgo, y España a Pérez Rubalcaba y a Elena Valenciano? Respuesta: porque los franceses eligieron primero. Bromas aparte, la elección de los franceses no ofrece lugar a dudas: la receta socialista para encarar la crisis ni funciona ni convence. Cuando aún no ha cumplido ni dos años como presidente de la República, Hollande ha malversado su capital político con decisiones equivocadas que han irritado a las clases medias y han desencantado a sus propios votantes. En concreto, se ha extraviado en cuestiones capitales como la política de inmigración, la presión tributaria y el incumplimiento del programa electoral. Es probable que no tuviera más remedio que olvidarse de sus promesas socialdemócratas para contener el déficit público y crear empleo, pero puestos a aplicar fórmulas liberales, nadie mejor que la propia derecha. Y luego está el peliagudo problema de la inmigración, minusvalorado por los socialistas. Grave error que ha cebado a las huestes de la extrema derecha y sus instintos nacionalistas. No sé si los franceses, como dice el chiste, han elegido primero, pero sí han confirmado una ley política según la cual el gobierno que incumple sus promesas y desdibuja su perfil político, pierde las elecciones de forma inexorable. Aviso a navegantes.