María José Navarro

Esperanza (mix)

Cualquiera que participe en alguna de las redes sociales, esos foros que agrupan a multitudes de amigos que no tienen tiempo para verse en los bares pero sí para compartir a distancia pantalla y teclado, estará últimamente abrumado por la cantidad de chistes, fotomontajes, vídeos subtitulados, raps, dubs, remixes, coplas, ripios y cantiñas sobre la presentación olímpica, el relaxing café con leche y el no listen the ask. En menos de veinticuatro horas (probablemente en menos de una hora) la red se inunda de chascarrillos, algunos realmente ingeniosos, sobre el último episodio de la actualidad. Antes del remix E-litel-mor, le tocó al fin de la cita, al penalti de Sergio Ramos, al elefante del Rey. Si llega a haber Twitter el día del lalalá, Massiel habría sido trending topic mundial, y Tejero no digamos. Y esto abre una cuestión obvia, pero de difícil respuesta: viendo que el pueblo español, que soporta grandes tasas de paro y un futuro gris perla según los indicadores más optimistas, tiene la facilidad de convertir cualquier situación adversa en una espiral de humor en cuestión de pocos minutos, ¿no hay forma de sacarle rendimiento a eso? Cuesta pensar que un tipo capaz de hacer un slogan hilarante en diez segundos no tenga un talento aprovechable para el resto de la ciudadanía. Los ingleses hicieron de su humor un factor de identidad, los argentinos suelen arrasar en festivales de publicidad por su salero, hay series cómicas americanas que se han convertido en un referente para varias generaciones. ¿No hay manera de encontrar una salida a todo ese talento? En resumen, en la tontuna está la esperanza: ya lo decía mi abuela, ¿o era al revés?